La jornada reducida, los lactarios y los espacios de cuidado cerca del trabajo fomentan la lactancia

Paradas, apuradas, con falta de privacidad, a escondidas y en un ambiente poco higiénico, así deben extraerse leche o amamantar un gran número de mujeres que buscan combinar lactancia y trabajo. En la Argentina, ocho de cada 10 no cuentan con un lugar asignado para ese fin en sus empleos y consideran que es una tarea difícil de conciliar con un puesto en relación de dependencia.

Los datos se desprenden de una encuesta nacional realizada por Voices! y la Liga de La Leche (LLLA) a la que la nación accedió en exclusiva y que pasado mañana se presentará en el marco de la Semana Mundial de la Lactancia Materna (ver aparte).

El 65% de las más de 1880 madres entrevistadas respondieron que disponen solamente de un baño; el 41% lo hacen en un lugar sucio, y el 76% afirmaron que no tienen dónde sentarse. Por otro lado, el 24% carecen o no tienen cerca un sitio para lavarse las manos, y casi el 30% no pueden acceder a una heladera donde conservarla leche.

“No hay cultura de amamantamiento en lo laboral. Es un tema tabú que aún está en la sombra de la agenda social”, afirma Carolina Gowland, líder de LLLA, respecto de la realidad de miles de madres que cada día “escalan montañas modernas e invisibles” en sus lugares de trabajo. “El baño sigue siendo la opción de descarte, donde la mayoría realizan esta tarea monumental. Los relatos son desoladores, por todos los obstáculos que deben afrontar”, agrega.
Constanza Cilley, directora ejecutiva de Voices! y responsable de la encuesta, considera que sus resultados “impactan y muestran otra cara de la desigualdad de género en el ámbito laboral”. “Es una deuda pendiente, y más aún si consideramos que la lactancia es un tema de salud pública”, afirma.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda prolongar la lactancia exclusiva hasta los seis meses y la complementaria hasta los dos años. Más allá de que existe una mayor concientización sobre sus innumerables beneficios (desde reducirla mortalidad infantil hasta contribuir al desarrollo sensorial y cognitivo de los niños), son pocas las argentinas que lo consiguen.

Dar respuestas

Para todas las mujeres que participaron del estudio, extender la licencia por maternidad a seis meses, sincronizando ese período con los de lactancia materna exclusiva, sería una acción importante que facilitaría la vuelta al trabajo. Además, ocho de cada 10 creen que el que los empleadores contemplen facilitar un espacio amigo de la lactancia (lactario) y que se capacite sobre los beneficios de esa práctica serían medidas importantes para apoyar a las madres.

Gala Díaz Langou, directora de Protección Social del Cippec, cree que es fundamental implementar políticas a favor de la lactancia. “Eso no implica obligar a la madre a que se quede en el hogar, sino imple- mentar otros mecanismos, como la jornada reducida, los lactarios y los espacios de cuidado cercanos a los trabajos”, aporta. “Este tipo de políticas contribuyen tanto a garantizar la lactancia como a la reinserción de la mujer o persona gestante en el mercado de trabajo”.

Si bien existe una tendencia por parte de algunas empresas privadas e instituciones públicas a generar políticas para mejorar esta situación, aún son la minoría. De hecho, apenas un tercio de las mujeres accedieron a alguna flexibilidad horaria o trabajo desde la casa y un quinto de las encuestadas se beneficiaron de un retorno gradual tras la licencia.

Algunos ejemplos de empresas que suman buenas prácticas son el caso de Accenture, Natura y Danone, que cuentan, entre otros beneficios, con lactarios con heladeras y reducción de jornada laboral, o la Universidad Nacional de La Matanza, que brinda una extensión de tres meses más de licencia con goce de sueldo. Konecta, Banco Comafi y UADE son otras que buscan conciliar la vida laboral con la maternidad.

Gowland dice que no se trata solo de instalar lactarios para cumplir con la legislación vigente, sino de generar un contexto favorable para que las madres puedan ejercer su derecho de trabajar y amamantar contando con el apoyo y la valoración de esta tarea, que contribuye “activamente al bienestar de toda la sociedad”. “De nada sirven los lactarios si está mal visto que las madres se tomen ese tiempo”, subraya.

Según el estudio, combinar lactancia y trabajo requiere una red de sostén y apoyo tanto dentro como fuera del ámbito laboral. Para las consultadas, el apoyo de la pareja es el más fundamental (98%), seguido por el de la entidad empleadora (93%) y el jefe directo (89%), que obtiene niveles de importancia similares al pediatra (85%). Sin embargo, seis de cada 10 madres opinan que sus empleadores apoyan poco o nada la lactancia. Además, la mayoría no tienen ejemplos de mujeres en posiciones altas o gerenciales que hayan pasado por un proceso similar y que puedan servir de modelos.

“Cuando la mujer recibe apoyo directo de su jefe y logra conciliar el mundo laboral con la lactancia, se siente empoderada, se potencia su capacidad de liderazgo y ejecución. En cambio, las que no lo logran -que son la mayoría- lo viven con mucha frustración”, explica Gowland. Además, agrega que, parándose desde el lado del empleador, los bebés que son amamantados se enferman mucho menos y, por ende, las mujeres también se ausentan menos.

La falta de cultura de lactancia en el ámbito laboral se refleja en los números. La amplia mayoría de las encuestadas indicaron que se sintieron incómodas preguntando dónde podían extraerse leche (73%) y hablando en general acerca del tema con su jefe o jefa (73%) y colegas (43%). Apenas un 14% identificaron que su empresa u organización empleadora tiene políticas escritas para quienes están amamantando.

“A muchas mujeres les da vergüenza salir del baño con la leche, porque a la gente le impresiona, ni saben con quién hablar de esos temas: les da pudor, vergüenza. Es una realidad que entre todos tenemos que trabajar para cambiar”, concluye la líder de LLLA.

“Es totalmente distinta la experiencia que una vive con y sin espacios para la lactancia. Lo pude comprobar personalmente”, asegura Ileana Guerrero (37), mamá de una nena de 4 años y un bebé de diez meses.

Ella, que vive en Córdoba capital y trabaja en la Oficina de la Mujer del Poder Judicial, experimentó de formas completamente diferentes sus dos vueltas al trabajo tras las licencias por maternidad. “Cuando tuve a mi hija, no contábamos con lactarios en Tribunales. El espacio más íntimo para la extracción de la leche materna era el baño”, recuerda. Y agrega: “Pero no tenía las condiciones de higiene apropiadas y durante el tiempo de la extracción muchas personas necesitaban utilizarlo”. Hacerlos esperar le resultaba incómodo: “No podés concentrarte y la tranquilidad para esta tarea es fundamental”, subraya. Aun así, logró sostener la lactancia de su hija hasta que cumplió un año y cinco meses.

Cuando llegó el tumo del varón, el edificio donde trabaja ya contaba con un lactario. Ileana cuenta que ese logro fue gracias a la política del Tribunal Superior de Justicia, que dio respuesta a las demandas de las mujeres judiciales. “La directora de la Oficina de la Mujer, Mercedes Blanc de Arabel, fue la impulsora de este proyecto y el impacto es altamente positivo. Nuestro lactario es un lugar seguro, cómodo, higiénico y exclusivo: un oasis en medio de la rutina laboral”, describe. Considera que es clave consultar ante las dudas, ya que la lactancia puede ser ardua y solitaria. “Merecemos el respeto y el apoyo porque es una función social muy importante”, concluye.

María Victoria Di Pace (35) tiene tres hijos, de 8 y 6 años y un bebé de cinco meses. Con los dos primeros volvió a trabajar cuando tenían entre cuatro y cinco meses, y les dio leche materna hasta los 3 años. Con el último, aún está de licencia. En ambos casos, al momento de regresar a sus tareas en un organismo público, ella sabía que no quería destetar. “Pude hacerlo, pero no fue fácil”, reflexiona.

“En mi trabajo no podía perder tiempo yendo al lactario, que estaba alejado, así que optaba por sacarme leche en el baño. Era un lugar sucio, incómodo. Me acuerdo de la sensación de no querer que el aire entrara en contacto con mi leche”, explica. Además, recuerda que entre las cosas que más la incomodaban estaba guardar la leche en la heladera comunitaria. “Sentía que era mejor no hablar de que me ausentaba para extraerme leche. Es muy común que la gente opine sobre hasta cuándo y por qué una debe hacerlo”, sostiene.

En cuanto a qué cosas deberían cambiar, Victoria cree que primero que nada se debe “normalizar” la lactancia materna. “La trabajadora que haga uso de las leyes que la amparan para retirarse antes o extraerse leche tiene que dejar de ser vista como una ventajista que busca eludir sus obligaciones”, dice. Por eso, considera que una medida imperiosa es la licencia mínima de seis meses.

A una mamá que está por regresar al trabajo le sugiere informarse, acudir a grupos de apoyo como la Liga de La Leche y compartir todo con la pareja para que sea un tema de ambos. Desde lo práctico, extraerse leche unos meses antes para congelar y tener como reserva.

Fuente: La Nación

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Gala Díaz Langou

Directora Ejecutiva

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