El rol de la pensión de sobrevivencia en el sistema previsional argentino

Publicado en junio de 2022 

Las pensiones por fallecimiento son parte del esquema de beneficios que los sistemas previsionales ofrecen para proteger a trabajadores, trabajadoras y sus familias de algunos riesgos que implican pérdidas económicas. Estas pensiones se originaron considerando un modelo familiar tradicional, con un único generador de ingresos (habitualmente el varón) y una familia económicamente dependiente, lo que implicaba que, ante el eventual fallecimiento del miembro proveedor, la viuda e hijos/as quedarían sin ingresos para financiar sus consumos.

Desde la creación de los primeros sistemas previsionales modernos, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la sociedad transitó cambios profundos que no siempre fueron acompañados por el diseño institucional de estas políticas. Un retrato fiel de este desfasaje se dio en torno a la participación de las mujeres en el mercado laboral, que ya era importante a principios del siglo pasado y se incrementó significativamente entre la década del 70 e inicios del siglo XXI. A su vez, los sistemas previsionales experimentaron múltiples reformas que incluyeron una fuerte expansión de la cobertura de la población mayor a través de la combinación de esquemas contributivos y no contributivos. A esto se agrega que muchos países han implementado programas de protección contra la pobreza, con esquemas de transferencias monetarias para hogares de bajos ingresos.

El efecto combinado de estas tendencias a lo largo de años llevó a que el riesgo de pérdida de ingresos disminuya su relevancia, por lo que muchos países desarrollados avanzaron en la reducción o incluso eliminación de los beneficios por fallecimiento. En América Latina esta tendencia resulta menos clara, por lo que los esquemas aún son significativamente más generosos que en países de Europa o Norteamérica.

En la actualidad, Argentina mantiene un esquema que ofrece pensiones vitalicias a viudas y viudos de cualquier edad, además de los beneficios para hijos e hijas menores, lo que resulta en un número de pensiones alto. En el sistema contributivo administrado por ANSES, se pagan en forma mensual casi ocho pensiones por fallecimiento por cada diez jubilaciones: casi cuatro veces más que el promedio de los países más ricos reunidos en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Sumado a esto, como resultado de la política de ampliación de cobertura jubilatoria de las últimas dos décadas, cerca de un 90% de quienes reciben una pensión en edad jubilatoria percibe, además, un beneficio de jubilación.

Una propuesta de reforma para actualizar las normas y adaptarlas a la realidad del mercado laboral y cobertura previsional debería enfocarse en tres aspectos: ampliar la cobertura horizontal (incluir a más beneficiarios y beneficiarias), de modo de brindar una protección que, ante el fallecimiento de un integrante de la familia que era sostén económico, prevenga la expansión de un perjuicio al resto del núcleo familiar, más allá de la situación laboral de las personas; establecer un límite temporal al cobro de pensiones por fallecimiento por parte de viudas o viudos en edad de participar en el mercado de trabajo a fin de que funcione como mecanismo de protección ante el shock económico de la viudez y no como ingreso vitalicio garantizado y, por último, reformular las reglas de cálculo de haberes de pensión para los casos de personas que cobran jubilación, de forma de reconocer la existencia de economías de escala en el hogar sin que ello implique la duplicación de beneficios.

Avanzar en este sentido haría al sistema previsional más inclusivo y sostenible, al ofrecer protección adecuada a aquellas personas que la necesitan y limitando la duplicación de beneficios de largo plazo.

Cómo reducir las asimetrías globales en materia de datos gubernamentales abiertos en el Sur Global: una perspectiva de América Latina

Publicado en mayo de 2022

La pandemia del coronavirus puso de manifiesto las desigualdades económicas y sociales en todo el mundo y, a medida que se propagaba a través de regiones y países, también expuso la vulnerabilidad y fragilidad de los Estados. La falta de planificación, la débil gestión pública, así como la mala gestión de la información y la ausencia de toma de decisiones basada en evidencia desencadenaron respuestas insuficientes –si es que las hubo– en el Sur Global, lo que, en última instancia, amplificó el desencanto con las instituciones y el liderazgo político.

Disponer de datos abiertos de calidad, debidamente recopilados y procesados en plazos breves, es esencial para tomar decisiones que beneficien a la ciudadanía. En un contexto de pandemia como el que experimentamos desde hace más de dos años, para la gestión pública no sólo es útil la información epidemiológica, sino también todos aquellos registros que permitan pensar políticas sociales, sanitarias, educativas y económicas a la hora de abordar problemas complejos y, para ello, es fundamental contar con sistemas integrales de información.

Este documento parte de la base de que, cuando existen datos gubernamentales abiertos de calidad y la voluntad política de analizarlos, los resultados que se pueden obtener fomentan la adopción de políticas públicas basadas en la evidencia. Al hablar de Datos Gubernamentales Abiertos (OGD, por sus siglas en inglés), el documento considera un concepto que no sólo invoca la cantidad (la publicación real de información), sino también la calidad. Para evaluar esto último, analizamos el nivel de conformidad de los datos abiertos con los principios de accesibilidad, desagregación, actualización y reutilización.

Este documento compara tres países federales de Latinoamérica para comprender mejor las asimetrías existentes en los datos gubernamentales abiertos y proponer acciones necesarias para su mejora en el futuro. Los resultados presentados se basan en la recopilación y el análisis de datos de COVID-19 que se llevó a cabo en Argentina, Brasil y México durante 2021. Se utilizó a Canadá como punto de referencia, dado que es un Estado federal desarrollado del Norte Global que cuenta con una participación vasta en las iniciativas de la Alianza para el Gobierno Abierto (OGP, por sus siglas en inglés).

Sobre la base de los datos recogidos, es posible centrarse en tres dimensiones problemáticas que deben ser abordadas por los gobiernos del Sur Global: i) las asimetrías en los OGD entre gobiernos nacionales y subnacionales de cada país federal; ii) la fragmentación de los datos ofrecidos en los portales de información pública y; iii) la falta de exhaustividad de la información ofrecida a través de los datos abiertos. A estas tres dimensiones podría añadírsele una cuarta: cómo construir evidencia a partir de las políticas de datos abiertos.

Para contribuir a este debate, proponemos i) profundizar la apertura de datos gubernamentales a nivel nacional y subnacional para responder a los retos específicos que ofrece la pandemia a nivel sanitario, social y económico, y expandirla hacia otras áreas de importancia; ii) mejorar los marcos de colaboración regionales, federales y subnacionales en términos de estandarización, intercambio y publicación de datos; iii) desarrollar marcos nacionales de monitoreo y evaluación de los datos gubernamentales abiertos en pos de evaluar su eficacia, eficiencia y adaptación a los marcos normativos en materia de datos personales, ciberseguridad y apertura y; iv) adoptar y/o adaptarse a los estándares internacionales de datos gubernamentales abiertos, como el propuesto por el Open Data Charter bajo el nombre de Disease surveillance (CAF, ODC & CDS, 2021).

Índice de Transparencia de Empresas de Propiedad Estatal. Edición 2021.

Publicado en abril de 2022

El sector público empresario a nivel nacional está integrado por 34 empresas y grupos de empresas de propiedad estatal (EPE), dentro de sectores económicos diversos y de formas jurídicas diferentes. En 2020, estas empresas generaron $479.410 millones y recibieron transferencias del Estado por $295.632 millones, lo que representa un 1,74% y un 1,08% del PBI, respectivamente. 

Dado su nivel de participación alto en sectores clave para el desarrollo económico y social, una buena gobernanza de las EPE resulta fundamental. Una condición necesaria para promoverla es fortalecer sus mecanismos de rendición de cuentas, ya que permiten mejorar el control democrático, la integridad, el desempeño y la legitimidad. Entre estos mecanismos, las prácticas de transparencia y el reporte público de información tienen un rol central. 

Por eso, CIPPEC elaboró la primera edición del Índice de Transparencia de Empresas de Propiedad Estatal (ITEPE), una herramienta que mide el desempeño en transparencia activa sobre la calidad y oportunidad de la información que ellas publican. El ITEPE posee una escala de 0 a 100 y comprende 25 indicadores organizados en seis dimensiones: 1) Gobierno; 2) Acceso a la información e integridad; 3) Estructura y organización; 4) Gestión estratégica y operativa; 5) Gestión económica y financiera; 6) Compras y contrataciones. 

El ITEPE se basa en los elementos de Transparencia Activa que exige la Ley 27.275 de Acceso a la Información Pública (LAIP), promulgada en 2016, y los Lineamientos de Buen Gobierno de Empresas con Participación Estatal Mayoritaria (DA 85/18), publicados en 2018. 

Entre los principales hallazgos generales del trabajo se observa: 

  1. Si bien se encuentran excepciones entre las EPE, el nivel general de desempeño en transparencia activa es bajo. El promedio del ITEPE es de 42,5 puntos sobre 100. Dado que el índice se basa en el marco normativo vigente, el sector de las EPE tiene aún un largo camino por recorrer para alcanzar estándares aceptables de cumplimiento de sus obligaciones en materia de transparencia y divulgación.   
  2. Un segmento de EPE presenta un nivel de desempeño alto en materia de transparencia activa, y se observan prácticas puntuales destacadas en relación a algunos elementos de información.      
  3. El nivel de desempeño en transparencia activa de cada EPE parece estar dado por la voluntad política de sus autoridades: no se encontraron correlaciones significativas entre nivel de desempeño en transparencia activa y aspectos como el sector económico al que pertenecen, el rango de ingresos que generan, el volumen de transferencias del Estado que reciben, el año de creación o la jurisdicción bajo la cual se encuentran. 
  4. El mejor desempeño relativo de divulgación proactiva se verifica en la información sobre compras y contrataciones (51,3), estructura y organización (49,9) y gestión estratégica y operativa (46,0). En menor medida, es posible encontrar información de calidad y actualizada sobre gobierno (40,8) y acceso a la información e integridad (38,1).  El nivel más bajo de transparencia activa se observa en la información sobre desempeño económico y financiero (30,8). 

 

Puntaje promedio del ITEPE y sus seis dimensiones (2021) 

Fuente: elaboración propia.

 

A su vez, estos son algunos hallazgos específicos vinculados a los indicadores dentro de las dimensiones: 

  • En poco menos de la mitad de las EPE no se identifica el organismo propietario, que es quien designa sus autoridades y supervisa su desempeño.   
  • Existen EPE que no publican quiénes integran su directorio (una de cada cinco). Por otra parte, es baja la proporción de EPE (una de cada tres) que publica los antecedentes educativos y profesionales de sus directorios y permiten así el escrutinio de su idoneidad.  
  • Poco menos de la mitad (44%) no indica los procedimientos para realizar solicitudes de acceso a la información y sólo una proporción menor (una de cada cuatro) cumplen con lo estipulado por la LAIP, publicando no sólo el procedimiento, sino también orientación sobre plazos y vías de reclamo.   
  • Poco más de la mitad (59%) publican su código de ética. Una proporción menor (dos de cada cinco) publican además las políticas o programas de integridad. Esta situación se replica en materia de género: 59% publica sus principios, y dos de cada cinco publican además sus políticas o programas.   
  • Una extensa mayoría no publica proactivamente las declaraciones juradas patrimoniales integrales de su directorio, tal como solicita la LAIP: sólo dos de las 34 empresas las publica y actualiza.   
  • En la mayoría de ellas (tres de cada cinco) no es posible encontrar la nómina de personal. En la mitad de los casos en que sí, está actualizada y se identifican además los cargos, y en la otra mitad, la información es parcial.   
  • Una proporción alta (tres de cada cuatro) publica la visión o misión, que explica la estrategia de la empresa. En menor proporción (55%) publican además los objetivos o ejes de gestión   
  • Una proporción baja (una de cada cuatro) publica informes de gestión o memorias actualizadas. El resto no publica información acerca de las acciones y proyectos desarrollados en el último período de gestión.  
  • Es baja la proporción (una de cada seis) que publica el presupuesto vigente desagregado en sus principales rubros, tal como solicita la LAIP y se observa una situación similar respecto de la ejecución presupuestaria. Una proporción mayor (dos de cada cinco) publica información actualizada sobre las transferencias que recibe del Estado, con apertura de gastos corrientes y capital. 
  • Una proporción baja (una de cada cuatro) publica estados contables actualizados, mientras que poco más de la mitad (56%) no publica ningún tipo de información. 
  • Un segmento minoritario (29%) publica información detallada y actualizada de sus compras y contrataciones, mientras que poco más de la mitad (53%) publica información parcial y un 18% no publica información. Es posible encontrar compras y contrataciones abiertas en una proporción significativa (dos de cada tres).  

Teniendo en cuenta que la introducción de un marco de transparencia activa es relativamente reciente en el país –en comparación con otras experiencias de la región– y los desafíos particulares que enfrentan las EPE en materia de información sensible, el aprendizaje entre pares y el análisis de mejores prácticas pueden ser una buena alternativa para contribuir a acelerar el proceso de cumplimiento de las disposiciones normativas en materia de divulgación proactiva de información.  

En línea con lo anterior, el ITEPE aspira a ser un instrumento para guiar y facilitar la implementación de mejoras en la divulgación proactiva de información de las EPE, a través del diseño de parámetros para medir la calidad y actualización de la información y la recopilación de prácticas destacadas. 

 

Presentación de los resultados del ITEPE

La edad de retiro en el sistema previsional argentino

Publicado en marzo de 2022

Los sistemas previsionales buscan, como principal objetivo, asegurar un flujo de ingresos adecuado a las personas mayores que, por razones vinculadas con su edad, se retiraron del mercado de trabajo. Esta simple definición conlleva debates de política y decisiones en torno a la definición de “personas mayores”, qué implica “retirarse del mercado” y cómo determinar qué es un “flujo de ingresos adecuado”. Este documento se concentra en las dos primeras preguntas, consciente de que la respuesta a ellas no puede surgir sin considerar antes otros aspectos.

Históricamente, los sistemas previsionales tendieron a suponer una fuerte homogeneidad en la fuerza de trabajo, tanto respecto a las características personales como a las condiciones de inserción en el mercado de trabajo. Por ello, es habitual encontrar definiciones universales de edad de retiro en la legislación. Sin embargo, esta tendencia ha ido variando a lo largo del tiempo y distintos países adoptaron criterios más flexibles. Por otro lado, es evidente que tanto las condiciones de salud física y mental (así como la expectativa de vida) como las características de los empleos han evolucionado (y continuarán haciéndolo), por lo que las definiciones que podrían haber sido razonables en algún momento probablemente hoy deban ser revisadas.

La tendencia observada en países desarrollados se dirige hacia adoptar, en forma gradual, modelos flexibles que reconozcan la diversidad de condiciones de salud, empleo, habilidades o situaciones personales entre individuos y busquen promover la permanencia en la actividad laboral, a fin de ofrecer una mayor previsibilidad a las decisiones sobre participación laboral y asegurando que las reglas se apliquen transparentemente. Todo en el marco de un doble objetivo: aumentar la producción de la economía y evitar presiones adicionales sobre las finanzas de los sistemas previsionales.

En Argentina, la edad de retiro se estableció en los primeros esquemas previsionales creados a principios del siglo pasado en torno a los 50 años. Desde entonces esta fue modificada en tres momentos: a mediados de los años cuarenta, cuando con la sanción de las leyes que creaban las cajas para trabajadores del sector privado se incrementaron (para los varones) los límites a 55 años; la consolidación del sistema en 1968, que incluyó un aumento de las edades mínimas a 60 años entre varones y 55 entre mujeres y, por último, la reforma de 1993, que aumentó esos límites en cinco años.

En los 28 años transcurridos desde la última modificación no hubo debates de fondo sobre el tema. Más allá de las reglas en el régimen general del sistema previsional, existen múltiples excepciones, vinculadas a regímenes diferenciales, especiales, provinciales o no contributivos, que resultan en una edad promedio de retiro efectiva más baja de la legislada para la población en general.

Un debate sobre la edad de acceso a beneficios jubilatorios no sólo es necesario, sino inevitable en la Argentina de los próximos años. La opción parece estar entre postergarlo para que en algún momento se produzca un ajuste brusco, con impactos no deseados en lo social, político e institucional, o avanzar en un proceso que busque asegurar que los cambios se formulen considerando objetivos de flexibilidad, previsibilidad, transparencia y gradualismo.

Juventudes argentinas y prioridades de política pública

Publicado en marzo de 2022

Los niveles de participación electoral en nuestro país han sido altos desde el regreso de la democracia. El sector poblacional más joven, a partir de la implementación del Voto Joven en 2013, que amplió el derecho al sufragio a adolescentes de 16 y 17 años, también ha ido incrementando su participación electoral progresivamente. A pesar del interés en participar en política, en este trabajo argumentamos que las juventudes no sienten que sus intereses y necesidades estén reflejados en la agenda pública actual.

Identificamos al menos dos tensiones que pueden obstaculizar la representación juvenil en los espacios de toma de decisión y la incorporación de una perspectiva intergeneracional en el diseño de políticas públicas. En primer lugar, la tensión entre la idea de representación actual y la ausencia de las generaciones futuras como electorado. Una inquietud particular queda expuesta: ¿cómo representar la voz de quienes aún no votan o de quienes aún no nacieron? En segundo lugar, la tensión entre los condicionamientos institucionales y la adopción de compromisos sostenibles y de largo plazo. Los ciclos electorales alrededor de los cuales se organizan nuestros sistemas políticos tienden a promover decisiones sobre las cuestiones más urgentes y dificultan la generación de consensos que promuevan políticas estables y sostenibles en el mediano y largo plazo.

¿Cómo es posible involucrar a las voces y perspectivas jóvenes en la definición de políticas públicas? ¿Cómo avanzar en una mayor participación y acceso de estos sectores en los espacios de toma de decisión y en las instituciones centrales de nuestros sistemas democráticos, como los Poderes Legislativos?

Con el objetivo de generar información original sobre las expectativas y prioridades en materia de política pública de las juventudes argentinas y para responder algunas de estas preguntas, en conjunto con UNICEF Argentina y con el apoyo de IDEA Internacional, se llevó a cabo una consulta a juventudes argentinas a través de la plataforma U-Report. Para esto, se co-creó un cuestionario a partir de dos mesas de trabajo en la que participaron 15 jóvenes de diferentes regiones del país. La consulta se implementó durante diciembre del 2021 y permitió recopilar más de 1300 respuestas a lo largo de todo el país. La consulta no se trata de una muestra representativa, sino una primera aproximación a la problemática de la representación joven en nuestro país, por lo que invita a una mayor exploración a futuro.

En los datos recopilados se observa que más del 40% de las y los jóvenes de entre 12 y 24 años valora al voto como un derecho. Y, sin embargo, más del 52% siente que sus ideas no se ven representadas por los partidos políticos o quienes compiten por los cargos públicos. Además, la mayoría de ellos y ellas considera que deben tener representación formal en el Poder Legislativo: casi un 60% respondió que deberían tener representación en el Congreso -a través de, por ejemplo, escaños reservados o cupos-.Entre los temas que más les preocupan está la calidad educativa, el cual acaparó cerca de un tercio de las respuestas. Además, el 58,15% considera que la escuela no brinda las herramientas necesarias para la inserción laboral. En esa línea, más de la mitad de las y los jóvenes piensa que el Congreso de la Nación debería debatir sobre múltiples temáticas para mejorar su inserción laboral. Estas incluyen las habilidades digitales, los contenidos enseñados en las escuelas, las brechas de género en el mundo laboral y la formación de oficios.

En lo que respecta a avances en legislación sobre igualdad de género y diversidades sexuales, los resultados de la consulta señalan una variación considerable en la respuesta entre géneros. Entre los varones que respondieron la consulta, un 37% considera que estos avances son suficientes y un 27% que no lo son. Entre las mujeres, esta proporción se invierte: un 41% no cree que estos avances sean suficientes, frente a un 32% que sí. El porcentaje restante no tiene una opinión definida sobre este tema.

El documento, además de visibilizar las percepciones de las juventudes sobre participación y representación, así como las problemáticas que más les preocupan y afectan, presenta una serie de recomendaciones para mejorar la representación de sus intereses e incorporar una perspectiva intergeneracional al debate público. En primer lugar, el cupo joven en las listas de candidatos y candidatas, una alternativa que ya se implementó en la provincia de Neuquén y en otros países como Egipto y Marruecos o escaños reservados en el Congreso, como en Kenia y Uganda, se ha mostrado como una alternativa valiosa para avanzar en la representación descriptiva de este segmento poblacional. En segundo lugar, la implementación de bancadas o comisiones del futuro en los ámbitos legislativos, que permitiría la incorporación de una perspectiva intergeneracional en la formulación de políticas públicas y mejorar la representación sustantiva de las generaciones jóvenes y futuras.