Educación: las dos lecciones (por ahora) que nos deja la pandemia

Publicado el 16 de mayo

El cierre de las escuelas trastocó los cimientos de los sistemas educativos modernos. Desde fines del Siglo XIX, la presencialidad ha sido la tecnología que vinculó docentes y estudiantes y las escuelas los espacios físicos especialmente preparados para ese intercambio. Los sistemas educativos enfrentan, por primera vez, el desafío de educar sin escuelas.

Existe consenso acerca de que el pasaje de esta situación de excepcionalidad a una nueva normalidad no será automático. Entre estos dos momentos, habrá otro de transición, caracterizado por la gradualidad del retorno a las escuelas y la intermitencia de la escolaridad, como se empieza a observar en algunos países del hemisferio norte. Ahora bien, las condiciones y oportunidades de esa nueva presencialidad están directamente relacionadas a cómo el Estado -a través de sus políticas- atienda los desafíos que se presenten en las etapas previas.

Hoy estamos atravesando el primero de estos momentos: educar sin escuelas. El gobierno nacional y los gobiernos provinciales respondieron con celeridad ante la suspensión de las clases presenciales. Las primeras iniciativas para sostener el ciclo lectivo se concentraron en garantizar el acceso de los estudiantes a contenidos pedagógicos a través de plataformas virtuales y la distribución de cuadernillos impresos. Más allá de estos esfuerzos, quedó en evidencia que la posibilidad de seguir aprendiendo de forma remota está mediada por las condiciones materiales de alumnos, familias y docentes así como con la capacidad de reacción de las instituciones escolares. La educación en el hogar dejó más expuestas que nunca las desigualdades sociales y educativas.

De la etapa que estamos transitando surgen, por lo menos, dos lecciones que debemos proyectar hacia el futuro. La primera es que el aprovechamiento de los contenidos digitales y de las plataformas virtuales de enseñanza depende del acceso a dispositivos tecnológicos y a una conectividad de calidad. La educación remota es una opción que no llega a todos. Si la virtualidad se presenta como un componente de la organización escolar en las siguientes etapas, una acción inmediata del gobierno nacional y los provinciales debe orientarse hacia la provisión de equipamiento digital y acceso a internet, dando prioridad a los sectores más vulnerables.

La segunda lección tiene que ver con el gobierno de la educación: la necesidad inminente de pensar la educación de manera territorial e intersectorial. Los gobiernos locales tienen hoy un peso significativo en la cadena de implementación de las políticas para mitigar la desigualdad (son claves, por ejemplo, para la vehículización de los materiales pedagógicos impresos y la entrega de bolsones de alimentos). Por otra parte, efectores de salud y asistentes sociales supervisan y acompañan estas estrategias, dando cuenta de la necesidad de un abordaje intersectorial a la problemática.

En las últimas semanas empezamos a imaginar la transición hacia una segunda etapa: el regreso gradual, escalonado e intermitente a las aulas, signado por el ritmo y los criterios epidemiológicos. ¿Qué provincias y/o municipios serán los primeros en volver? ¿Qué nivel o ciclo educativo priorizar? ¿Qué medidas de seguridad e higiene son necesarias? Estas son las decisiones que el gobierno nacional y las provincias tendrán que tomar. Como está sucediendo en muchos países del hemisferio norte el distanciamiento social marcará el rumbo.

En Noruega y Dinamarca, por ejemplo, los alumnos del nivel inicial y del nivel primario fueron los primeros en volver a las aulas con un límite de 15 niños por salón y bajo estrictas medidas de higiene. Las imágenes del regreso a clases en China son más impactantes: boxes con acrílicos para cada estudiante o gorros con hélices para mantener la distancia son algunas de las fotos que circulan. En Francia, esta semana empezaron a asistir a las escuelas primarias y jardines de infantes grupos de “alumnos prioritarios”; estos son hijos e hijas de trabajadores esenciales en la gestión de la crisis sanitaria. Cada escuela está a cargo del sistema para cumplir las medidas de distanciamiento social y no superar el número máximo de alumnos por aula, 15 en primaria y 10 en jardín. La asistencia alternada es una de las opciones. En el caso de Corea del Sur, se esperaba que los alumnos del último año de la secundaria pudieran regresar a clases esta semana de modo de preparar el ingreso a las universidades. Sin embargo, ante el aumento de casos del virus, se pospuso el retorno para el 20 de mayo. Como se advierte, el regreso a clases no solo se está dando de forma escalonada, sino que puede ser intermitente, con avances y retrocesos.

Cualquiera sea el formato que adopte esta segunda etapa, las autoridades tendrán que hacer esfuerzos importantes para garantizar condiciones de seguridad e higiene que hoy están lejos de cumplirse en muchas de las escuelas del país. Una publicación del BID advierte sobre la complejidad de atender las medidas de distanciamiento social en las escuelas de la región. El cálculo que se realiza es que, para poder mantener sana distancia durante las clases, la cantidad de alumnos por aula en Argentina debería reducirse entre un 37% y un 67%, según el estandar que se pretenda alcanzar. Esto requeriría que el gobierno nacional y los gobiernos provinciales inviertan en infraestructura, reorganicen planteles docentes y, eventuamente, diseñen esquemas de asistencia alternada con criterios de justicia.

Otro desafío que el Estado debe atender y que se pondrá de manifiesto especialmente en la transición entre la etapa actual y el retorno a las aulas es el abandono escolar en el nivel secundario. Es probable que jóvenes que ya no estaban enganchados con la escuela o cuya condición económica empeoró en este contexto, no regresen. En este sentido, becas de apoyo a la escolarización surgen como una opción de política necesaria para atender esta problemática. Por otro lado, las redes de contención territoriales cumplirán un rol decisivo.

El pasaje a la tercera etapa, la de una nueva presencialidad, es más incierto. Se estima que sucederá cuando la circulación del virus sea nula y haya una vacuna disponible. Los márgenes de esta nueva presencialidad dependerá de los esfuerzos que los gobiernos realicen en las dos etapas previas. Que la virtualidad sea una opción efectiva será consecuencia de la dotación de dispositivos tecnológicos, el tendido de redes de conectividad de alta velocidad y el acompañamiento a docentes y directivos en estrategias para potenciar procesos educativos a través de la tecnología. Que las escuelas sean ambientes seguros será fruto de la realización de las obras de infraestructura necesarias.

Que la escuela no se piense de forma aislada, sino que sea el centro de un entramado territorial en el que confluyan múltiples actores estatales y de la sociedad civil será posible si los vínculos se sostienen e institucionalizan.

Estamos navegando hacia un futuro incierto. El marco de ese futuro se está empezando a construir desde ahora. Por ello, hoy las políticas educativas tienen una fuerza y potencialidad única para orientar la nave hacia una educación más profunda y con sentido de justicia.

Autores


Alejandra Cardini

Esteban Torre

Director de Educación

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