Nuevas medidas económicas para evitar el colapso de las familias

Publicado en junio de 2021

El COVID-19 está pasando factura a las familias con hijos, pero no hay cómo ni a quien cobrársela.

Las autoridades decretaron el aislamiento social obligatorio en Argentina en marzo del 2020. En ese momento, Agustina y Gastón -mamá y papá de Isabel de 3 años- debían dos meses de alquiler. Cuando a mediados del 2020 el dueño de la tienda de ropa en la que trabajaba le dijo que iba a cerrar, Agustina no se sorprendió. En el último mes, su hermana y su cuñado se habían quedado sin trabajo. Gastón hacía meses que no podía salir con el taxi. Agustina pensó en buscar un nuevo trabajo, pero desistió. Las oportunidades escaseaban y no tenía quien cuide a Isabel. Su mamá es paciente de riesgo y el jardín maternal continuaba cerrado. Así, los ingresos de la familia se redujeron a cero.

Para sustentarse, vendieron algunos muebles, la cuna de Isabel y varios electrodomésticos. Con el dinero de esas ventas pudieron comprar la comida de todos los días y pagar los servicios básicos. Les ayudaron también la Asignación Universal por Hijo y el Ingreso Familiar de Emergencia, transferencias que brinda el Estado argentino a familias de bajos ingresos. Los abuelos de Isabel los ayudaron a pagar el alquiler. Aun así, no alcanza. Días atrás, recibieron una intimación de pago de su cobertura de salud. Ambos saben que es una deuda que no van a poder saldar.

 

La canasta básica de cuidados

La situación de esta familia argentina se repite a lo largo y ancho del planeta. En pandemia, gran parte de los gobiernos se enfocaron en evitar el colapso sanitario. Las medidas se basaron en restringir la circulación de personas para evitar que los contagios traspasen el umbral que el sistema de salud puede gestionar. La contracara de esta estrategia fue la familiarización de todas las esferas de la vida. El volumen de recursos que las familias como la de Agustina, Gastón e Isabel necesitan para cuidar se incrementó en todo el mundo mientras que sus estrategias para acceder a ellos se desarmaron.

Ahora bien, contamos con conceptos e indicadores para estimar la presión que la pandemia ejerce sobre el sistema de salud y evitar que la situación se desborde. La cantidad de contagios, el valor “R”, la tasa de letalidad del virus y la ocupación de camas de terapia intensiva inundan los medios de comunicación. Sin embargo, aún no existen indicadores adecuados para estimar (y aliviar) la presión que estas medidas ejercen sobre las familias.

La canasta básica de cuidados apunta a cubrir esta vacancia. Es un indicador sintético.  Establece el umbral de recursos por debajo del cual la producción de cuidado de calidad por parte de las familias se vuelve inviable. Así, esta medida podría impulsar a los gobiernos a invertir en los cuidados y evitar el colapso de quienes lo producen y proveen.

El concepto parte de una idea sencilla. El cuidado es un producto inmaterial y personalizado que satisface una necesidad social generalizada: atender a las poblaciones que, por diversas circunstancias, necesitan del cuidado de otros/as para sostener sus vidas diariamente.

El propósito central de la canasta básica de cuidados es estimar el costo que la producción de este servicio tiene para las familias conformadas por personas con algún tipo de dependencia:

  • niños y niñas de hasta 12 años;
  • personas con discapacidades o enfermedades invalidantes;
  • y personas mayores de autonomía restringida.

La primera de estas poblaciones suele involucrar la etapa más intensiva de producción de cuidado y el mayor volumen de recursos. Los niños y niñas en edad escolar consumen bienes y servicios. Sin embargo no es de esperar que generen dinero, mientras que las personas auto válidas generan potencialmente más dinero que los bienes y servicios que consumen. A la vez, la presencia de niños y niñas en el hogar aumenta el tiempo que las familias deben destinar al trabajo doméstico no remunerado. Además, introduce nuevas demandas que, por su condición y/o las pautas de crianza que rigen la sociedad, no es esperable que resuelvan por sí mismos. En consecuencia, el cuidado de la infancia requiere que los adultos auto válidos les transfieran parte de su tiempo y recursos.

 

Trabajando gratis

Gran parte de las horas que las familias destinan a cuidar las entregan gratuitamente a la sociedad. En la Argentina del 2019, las familias realizaron 96 millones de horas de trabajo de cuidado no pago, las cuales representan alrededor del 16% del PBI  (Figura 1). Durante la pandemia, se estima que la dedicación horaria aumentó 22%. En consecuencia, asumir responsabilidades de cuidado reduce las horas que las familias disponen para obtener ingresos.

 

Figura 1. Porcentaje total del PBI por sector económico. Argentina. 2019.

Fuente: Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, Ministerio de Economía, Argentina.

 

No obstante, en el proceso de producción de cuidado, las familias combinan el trabajo no remunerado con otros recursos.  Los obtienen a través del dinero y de su vinculación con otras unidades productivas.  En efecto, gran parte de los recursos que las familias necesitan para cuidar –alimentos, abrigo, vivienda, tiempo– los compran con los ingresos que, en su mayoría, obtienen del mercado laboral. El trabajo no remunerado y su interdependencia con el trabajo remunerado permanecen ocultos en los sistemas tradicionales de medición de la actividad económica. En consecuencia, reflejan una imagen distorsionada de las actividades que permiten la reproducción social.

Las estimaciones realizadas para el 2020 señalan que en Argentina el PBI cayó un 9,9%. Esto da lugar a interpretaciones sobre el enlentecimiento del nivel de actividad económica y producción. Si siguiéramos el rastro de las horas de trabajo perdidas en el sector remunerado de la economía, las encontraríamos en las familias. En particular en las mujeres, quienes producen cuidado con las sobras de un sistema económico en crisis.

Necesitamos nuevas herramientas para integrar el entramado productivo que está sosteniendo la vida en la adversidad al sistema económico global. Para salir de esta crisis inédita, necesitamos que las familias como la de Agustina, Gastón e Isabel y muchas otras alrededor del mundo, mantengan su nivel de actividad. Los gobiernos deben reconocer que su contribución silenciosa a la sociedad y evitar su colapso socioeconómico. La canasta básica de cuidados puede jugar un rol crucial en la resolución este desafío.

Autores


Vanesa D’Alessandre

Investigadora asociada de Educación, Investigadora principal de Protección Social

Florencia Caro Sachetti

Investigadora asociada de Protección Social

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