Es difícil exagerar la relevancia del transporte para nuestro país por su incidencia en la competitividad de la economía, en la calidad de vida de las personas, en el presupuesto de los hogares y en la cohesión e integración del territorio. Pero también genera grandes impactos negativos -congestión, accidentes y emisiones contaminantes- y utiliza intensamente recursos.

En un contexto de aumento pronunciado de la demanda de movilidad de personas y de cargas, el sector tiene importantes falencias. La debilidad de las instituciones es el principal obstáculo a enfrentar, más aún que la limitación de recursos.

Proponemos entre otras cuatro acciones cruciales para mejorar el desempeño del sector: reforma de la Secretaría de Transporte y normalización de los entes reguladores y de las concesiones; diseño de un programa de desarrollo ferroviario orientado a mejorar la calidad del servicio y modificar la matriz de transporte del país (volcada en exceso hacia el transporte automotor); creación de un programa federal de transporte urbano para asegurar la movilidad y reducir la congestión en todas las ciudades del país; y rediseño de los subsidios al transporte, para que el apoyo público llegue en forma eficaz y exclusiva a quienes lo precisan.

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