Más espacios de crianza y cuidado de niños y una jornada escolar extendida aumentarían el crecimiento económico y el empleo

El año pasado empezó con todo. El Día de la Mujer de 2018, el Gobierno envió al Congreso un proyecto de equidad de género e igualdad de oportunidades en el trabajo que institucionalizaba el debate sobre la necesidad de hacer Justicia y equiparar los derechos y oportunidades laborales entre mujeres y hombres. Un año después esa ley ni siquiera fue aprobada en comisión, y un primer acercamiento mostró incluso efectos no deseados: la resistencia y acusación de sectores del sindicalismo de una reforma encubierta tendiente a la flexibilización del empleo.

El tema de la paridad de género igual se mantuvo al tope de la agenda pública local por un tiempo, con la participación y la fuerza del grupo W20, durante la presidencia de Argentina en el G20. En ese momento, las mujeres dejaron en claro que si ingresaban 247 millones a la economía formal, el PIB de los países del grupo podría aumentar 26%. Los beneficios para Argentina serían igual de impactantes. Un reciente estudio del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) muestra que con simples políticas que aumenten los espacios de crianza y cuidado de niños o con la extensión de la jornada escolar obligatoria, se crearían miles de empleos y se disminuiría la pobreza.

El Plan de Igualdad de Oportunidades y Derechos (PIOD) 2018-2020 presentado a fin del año pasado por el Instituto Nacional de las mujeres, también marcó el saldo de una deuda pendiente: el país no tenía hasta ahora una planificación estratégica orientada a la promoción de la igualdad de género. La autonomía en la toma de decisiones, la autonomía física y la autonomía económica aparecen el texto como los pilares para avanzar en este sentido.

Pero a pesar del impulso inicial, la contundencia de los datos y la declaración estratégica del tema, los resultados concretos todavía tardan en aparecer.

Gala Díaz Langou, Directora del Programa de Protección Social del Cippec, cree que la clave para avanzar es seguir trabajan do para dar cuenta del impacto real que estas políticas pueden tener en el crecimiento argentino.

¿Por qué las políticas tardan en hacerse efectivas?

En realidad el problema es que se ven como un gasto y no como una inversión que puede tener beneficios claros en el crecimiento y el desarrollo del país. Este también es uno de los motivos que frenó la discusión parlamentaria de la ley: ya a mediados de año, con la recesión, la discusión pasa a segundo plano. El proyecto implica, por ejemplo, un componente de licencias que involucran desembolsos -públicos o privados según cómo se legisle- y el contexto no fue el más propicio para querer avanzar sobre este tipo de medidas. Pero frenar esta discusión no es deseable porque generamos un obstáculo para mejorar la situación del país.

¿Reducir la brecha salarial forma parte del núcleo duro de situaciones a revertir?

La brecha salarial es un síntoma de problemas más profundos. Si en Argentina se toma el salario promedio de la economía, uno puede pensar que la brecha salarial es de 27% o 28%, según el trimestre. Pero si el ajuste de los datos se realiza por sector, por puesto, o por cantidad de horas trabajadas, la brecha no existe. La brecha desaparece si las mujeres trabajarán la misma cantidad de horas que los varones, si trabajaran en los sectores más dinámicos de la economía como lo hacen los varones y si tuviesen acceso a puestos jerárquicos de decisión. No es un tema de discriminación, es un tema que tiene que ver con que más mujeres se inserten mejor al mercado de trabajo y de que haya una distribución equitativa del trabajo no remunerado.

¿Cuál debería ser entonces el foco?

El principal problema es la brecha de participación laboral. Las mujeres trabajan en Argentina en promedio 21 puntos porcentuales menos que los varones. No son económicamente activas. Hay un enorme potencial y talento desperdiciado. Las mujeres alcanzan mayores niveles educativos y ofertan menos tiempo al mercado de trabajo. Estamos usando una fuerza laboral que quizás está menos capacitada por la injusta distribución de roles dentro del hogar. Si entendemos de esta forma el problema, podemos pensar en los beneficios reales que implica revertirlos.

Autor


Gala Díaz Langou

Directora Ejecutiva

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