Para bajar la pobreza, hay que entender su multidimensionalidad, garantizar los ingresos de las familias y fomentar la educación

Hace pocos días, la UCA difundió nuevos datos sobre pobreza e indigencia. La situación es preocupante. Un tercio de los argentinos son pobres. Y uno de cada dos niños y adolescentes también. En el conurbano, la pobreza alcanza a 43,4% de las personas. ¿Hasta qué punto será posible reducir la pobreza que sufren hoy los argentinos? ¿Cuáles son las perspectivas para 2019 en el plano social? Aunque los especialistas esperan una leve mejora para el año próximo, alientan medidas que apunten a resolver la pobreza estructural.

“El incremento en la pobreza de este año tiene que ver con el pasaje a precios de la devaluación y el aumento de la inflación. Para el año que viene, en la medida en que los salarios, las pensiones y los ingresos por jubilación mejoren, podríamos esperar algún alivio. Pero no mucho más que eso. No habrá ninguna recuperación, ni vamos a llegar rápidamente a los niveles de 2017. Todo dependerá de que no haya ningún shock, como las corridas cambiarias de este año”, explica Juan Ignacio Bonfiglio, investigador del Observatorio de Deuda Social Argentina (Odsa) de la UCA.

“El año que viene será más parejo. No creo que se reduzca mucho ni que haya grandes cambios. Hay chances, si se mantiene la estabilidad cambiaria, de que el salario pueda ganarle a la inflación y mejorar levemente los índices de pobreza. Veo a la pobreza manteniéndose o cayendo levemente. Pero de punta a punta, entre 2015 y 2019 no va a haber demasiados cambios”, coincide Lorenzo Sigaut, director de la consultora Ecolatina.

El problema es que la pobreza se mide por ingresos, y no se puede distinguir el porcentaje que pertenece al núcleo duro de la pobreza estructural, que comprende otras variables más allá del ingreso, como la calidad de vida, el hábitat o el acceso a servicios públicos. “Hay una pobreza estructural o multidimensional del 20 o 15%, que no se elimina con una mejora en el salario real. La discusión clave que nos debemos es qué entendemos por pobreza. Si es multidimensional o no. Al tener mediciones por ingresos, cualquier movimiento del salario real va a influir mucho. En la distribución de ingresos, el grueso de las personas está cerca de la línea de pobreza. Una caída o mejora pequeña del salario real, afecta mucho la cantidad de pobres”, indica el economista Federico González Rouco.

“El país tiene que medir la pobreza de manera multidimensional. Es un problema estructural que solo puede resolverse con proyectos de largo plazo”, coincide Gala Díaz Langou, directora de protección social de Cippec, que además alienta medidas integrales. “Países como Chile o Uruguay bajaron 25 puntos de pobreza gracias a planes con tres pilares: garantizar los ingresos con los que cuentan las familias, fomentar las capacidades humanas y la educación para favorecer el ingreso al mercado laboral, y entender la multidimensionalidad de la pobreza. Argentina, Honduras y Venezuela son los únicos países de la región que no pudieron mejorar la pobreza en los últimos años”, profundiza Díaz Langou.

Al enfrentar coyunturas recesivas, una de las medidas más frecuentes en el corto plazo son los subsidios. El problema es que sirven como alivio, pero no solucionan la pobreza de manera definitiva. “Los planes sociales son una aspirina, un paliativo. No sirven como solución de fondo. La clave es tener una economía creciendo y que los salarios le ganen a la inflación”, afirma Sigaut.

“La indigencia no aumentó, pero la pobreza sí. La red de contención que tiene Argentina es enorme y funciona. Las políticas de corto plazo, bajan la pobreza en general, pero no la pobreza entre los jóvenes”, explica Rouco. Los datos de la UCA muestran que, a diferencia de la pobreza, la indigencia se mantuvo estable en 6,1%.

Los niños y adolescentes son el gran desafío a futuro. Para 2019, puede haber complicaciones: “La pobreza en nuestro país está totalmente infantilizada. Necesitamos mucha inversión social en infancia. En el último presupuesto hubo un recorte. Se mantuvo en niveles nominales, pero con una inflación cercana al 50%”, cierra Díaz Langou.

Fuente: El Economista

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Gala Díaz Langou

Directora Ejecutiva

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