¿Cuál es el nuevo rumbo del Mercosur?

Los hechos

La noticia es conocida: el viernes 24 de abril, en el marco de una reunión de coordinadores nacionales del Mercosur, Argentina anunció que se retiraba de las negociaciones comerciales externas actualmente en curso. Como es sabido, el bloque está llevando adelante tratativas con distintos países: Corea del Sur, Singapur, Líbano, Canadá y la India, entre otros. La fundamentación del corto comunicado de la Cancillería señala que la incertidumbre internacional y la situación económica de Argentina “aconseja detener la marcha de esas negociaciones”. El texto también puntualiza una diferencia de opinión de los representantes, por cuanto deja en claro que la posición de Argentina se diferencia “de algunos socios que plantean una aceleración de las tratativas”.

La decisión oficial ha levantado voces críticas: analistas, los principales partidos de oposición y cámaras empresariales han señalado errores y preocupación por la medida. Cabe anotar que las opiniones de disenso apuntaron principalmente a destacar las consecuencias más graves que podrían desprenderse de la acción de la Cancillería: un abandono del Mercosur y eventualmente un desinterés por la ampliación de mercados en el marco de acuerdos regionales. Al poner acento en estos argumentos de peso, pero más extremos, las críticas parecieron recoger la fundamentación verbal realizada por Argentina en la citada reunión, que hace centro en las desventajas de la mayor apertura comercial y que pone en tela de juicio la estrategia adoptada hasta ese momento por el Mercosur. Las posteriores aclaraciones del Canciller en diversos tuits avalaron también esta interpretación.

La ausencia de una exposición completa de la posición oficial y de un debate amplio y transparente en materia de semejante calibre es una deficiencia difícil de justificar. Pero más allá de lo anterior, lo cierto es que se está frente a un hecho consumado. Argentina ha dado un golpe de timón y la pregunta que queda planteada es cuál es el nuevo rumbo.

El contexto de la decisión

Una primera cuestión por examinar es la naturaleza de la decisión adoptada. Las negociaciones comerciales de Mercosur se han venido llevando a cabo en el interés de revitalizar su agenda externa. En un mundo donde ha campeado el regionalismo, el Mercosur ha tenido escasos logros en expandir sus lazos con terceros mercados. En casi 30 años de existencia, el bloque había arribado a acuerdos de libre comercio con unos pocos países que, en conjunto, apenas sumaban 1,4 % del PIB mundial. El mayor cauce de las exportaciones del bloque va dirigidas a los mercados de Asia y fluyen por las reglas generales del comercio multilateral. En el caso de América Latina, el marco de ALADI favorece un entramado conveniente. Pero no así en otros mercados. El acuerdo con la Unión Europea y EFTA significó un paso adelante del bloque después de más de dos décadas de negociaciones. Bajo este impulso favorable, el Mercosur decidió abrir las tratativas señaladas arriba. Aquí hay entonces un primer resultado de la decisión argentina: significa poner una pausa en ese tablero de trabajo lo cual, por cierto, no inhibe el avance de los restantes socios.

Hay una segunda dimensión de naturaleza normativa. La agenda de negociaciones externas del Mercosur resulta de su naturaleza de unión aduanera que se remonta al Tratado de Asunción de 1991 y fue ratificada en la Decisión 32/00 del Consejo del Mercado Común. Siendo así, el apartamiento de Argentina abre la puerta para modificar los términos de esta última, especialmente en lo que concierne al consenso de negociar en forma conjunta. Es decir, se podría abrir una deliberación acerca de la transformación de la unión aduanera altamente imperfecta del Mercosur actual en un área de libre comercio. No viene al caso sopesar aquí sobre la conveniencia de uno u otro formato, pero cabe anotar que a la hora de negociar ventajas de acceso a mercado, importa el tamaño relativo de las economías que se sientan de uno y otro lado de la mesa.

Finalmente, aparece un tercer aspecto que se vincula a la dinámica práctica de la negociación en el ámbito Mercosur. Tradicionalmente el análisis de los múltiples temas que hacen a la agenda interna y externa de los socios han seguido la regla del consenso. ¿Qué ha ocurrido en esta oportunidad para que los negociadores no hayan podido hacer lugar a la solicitud de Argentina para buscar una pausa en el ritmo de las tratativas? Habida cuenta del flagelo de la pandemia, la inestabilidad económica, financiera y comercial resultante, el planteo oficial parece más que razonable. ¿Cuáles fueron los argumentos de los otros países? Es imposible responder al interrogante anterior en ausencia de información.

Posibles cursos de acción

La respuesta breve es que se abren varios caminos. Para simplificar, adoptemos una mirada algo esquemática. Una primera opción es que al cabo de un tiempo Argentina decida volver a la mesa de trabajo junto a los tres restantes socios. Las expresiones del Canciller de Uruguay dejan abierta la puerta en tal sentido y pueden ser interpretadas como una invitación para actuar en consecuencia. Si tal cosa ocurriera en un plazo razonable, el episodio quedará archivado como una simple diferencia de opinión sin mayor trascendencia. Ningún motivo para la alarma, especialmente si se tiene en cuenta el crítico contexto regional y global.

La dificultad consiste en establecer la duración de dicho plazo. ¿Meses, años? Si la pausa solicitada por Argentina se prolongara en el tiempo, es altamente probable que los otros tres países avancen en las negociaciones y busquen una definición. Confrontados a una disyuntiva, la situación podría resolverse aún en esa instancia con la revisión del curso adoptado, un paso atrás, y volviendo a congregar nuevamente a los cuatro socios. Esto planteará probablemente una dificultad: Argentina deberá negociar en condiciones desventajosas eventuales arreglos que hayan acordado los otros tres miembros del Mercosur.

En cambio, si no fuera posible encontrar una solución por ese camino, el bloque se enfrentará a la necesidad de modificar su arreglo normativo desembocando así, definitivamente, en un área de libre comercio.

La conclusión del análisis anterior es que el golpe de timón está lejos de haber establecido un rumbo firme. Se abren varias opciones. Dependerá de los cuatro países balancear costos y beneficios del camino que desean privilegiar. Argentina, en particular, deberá tomar debida nota de cuál es el curso que eligen los demás y la cuestión no puede quedar reservada exclusivamente a despachos gubernamentales y decisiones sorpresivas. Es materia de una discusión pública e informada. Es llamativo que, precisamente tanto la UIA como la CNI hayan coincidido en un comunicado conjunto alertando sobre las desventajas de acelerar los tiempos de la negociación con Corea del Sur. Sin embargo, las reacciones oficiales de Argentina y Brasil fueron muy distintas. Es necesario tener una lectura acabada acerca de si existe consenso interno en Brasil para una mayor apertura de su economía.

La duración temporal de este proceso de revisión y debate interno en el bloque tiene implicaciones económicas y comerciales. El Mercosur debe continuar resolviendo los temas que hacen a su funcionamiento cotidiano. Además, en el plano externo, los cuatro países participan en los mismos mercados, debido a su carácter de exportadores netos de alimentos. No es en beneficio de ninguno incrementar rispideces o tensiones comerciales, especialmente en la actual coyuntura. Además, si fuera poco lo anterior, resta aún acordar aspectos instrumentales para el momento que se ponga en práctica el Acuerdo con la Unión Europa, sobre el cual, según se explica en el texto del Palacio San Martín, el país “seguirá acompañando sin entrar en debate por ahora estériles”.

La decisión argentina del pasado viernes es de importancia para la inserción regional e internacional del país y no puede ser desatendida. Por ahora, hay un final abierto y existe espacio para retornar a una agenda comercial con objetivos compartidos en contenidos y plazos. En todo caso es el momento de tener muy presente que, si bien el Mercosur se organizó alrededor del propósito de creación de un mercado común, la aspiración fundacional se remonta a los comienzos de la recuperación democrática en el Cono Sur. El puntapié inicial fueron los acuerdos de Raúl Alfonsín y José Sarney en los años ’80 que dieron lugar a un entendimiento entre Argentina y Brasil asentado en el diálogo y la cooperación mutua. Esos principios van más allá de la economía y el comercio.

Autor


Ricardo Carciofi

Investigador principal de Desarrollo Económico

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