Las mujeres son las primeras en salir del mercado de trabajo ante la crisis y las últimas en volver

Cuando todos duermen, Carla Rodríguez Miranda aprovecha para prender la computadora y avanzar con su trabajo. Es docente en dos universidades y desde el comienzo de la cuarentena da clases desde su casa. Hace dos meses su marido volvió a trabajar y ahora la mayor parte del cuidado de sus dos hijos recae sobre ella.

Hacer home office; cuidar a sus hijos, de cinco y un año; y encargarse de las tareas domésticas la llevan, dice, al desborde mental.

“Estaba retomando mi doctorado, pero es complicado tener tiempo para concentrarse. En este momento, no se pueden delegar tareas y todas hay que desarrollarlas en el mismo espacio y al mismo tiempo. Vivimos en un departamento y tenemos una sola notebook. Hoy hay poco espacio para desarrollarse profesionalmente”, describe Carla.

Agotamiento y desgaste son sensaciones que, una y otra vez, dicen sentir muchas personas que tienen que trabajar y cuidar a sus hijos al mismo tiempo. Está claro que la experiencia es muy distinta entre las personas que tienen hijos a cargo y las que no.

La cuarentena obligó a redefinir tareas porque cerraron las escuelas y los centros de cuidado de bebés y niños. Además, en muchos hogares todavía no pueden contar con la ayuda de familiares o de trabajadoras domésticas.

Sobre esta situación hablamos con lectores y miembros de RED/ACCIÓN. Nos contaron cómo viven el cruce del mundo laboral y doméstico.

Levantarse dos horas antes que sus hijos para trabajar o quedarse hasta la madrugada con la notebook es una situación recurrente. Cuando son dos los que están a cargo, intentan turnarse, pero esta no es la realidad de todos. Muchos arman cronogramas para organizarse mejor, pero las personas que deben cuidar de sus hijos tienen la cabeza en muchas cosas al mismo tiempo.

En la Argentina existe una distribución desigual de las responsabilidades de cuidado. Por un lado, las familias son quienes mayor carga de cuidado tienen frente a los otros actores sociales y por otro lado, las mujeres son las que realizan la mayor parte de los trabajos domésticos y de cuidados no remunerados.

A su vez, las mujeres que tienen menos ingresos son las que tienen mayor carga de cuidado: dependen de la oferta pública de servicios de cuidado, como los centros de primera infancia, por ejemplo. Justamente la oferta estatal es insuficiente y pagar por un espacio privado les resulta imposible.

La especialista Carla Majdalani, del programa Spotlight  una alianza de Naciones Unidas y la Unión Europea para eliminar la violencia contra niñas y mujeres en todo el mundo, explica que en general se asume que la mujer es la cuidadora primaria. Incluso, cuando se delega el cuidado, la que asume el rol es otra mujer.

De acuerdo con una encuesta de la consultora Grow hecha durante la cuarentena en hogares con hijos menores de 12 años, las mujeres le dedicaron en promedio 13 horas por día a las tareas de cuidado y domésticas. Mientras que los varones le asignaron 9,7 horas. Además, los varones tuvieron una hora más para dormir y le dedicaron 1,5 horas más al trabajo remunerado.

En ese tiempo incluye cuidar a los hijos, acompañarlos con la tarea, hacer compras, limpiar o cuidar a otras personas de la familia.

Entre otras revelaciones, el estudio muestra que las mujeres duermen una hora menos en promedio y le dedican hora y media menos al trabajo remunerado.

“Al principio creíamos que con la cuarentena íbamos a poder hacer un montón de cosas y de repente no nos alcanza el día ni para dormir. Mientras trabajás, estás pensando en el Zoom de la escuela, ayudando con la tarea y controlando la comida que está en el horno”, explica Georgina Sticco, cofundadora de Grow.

Que los trabajos de cuidado recaigan mayormente en las mujeres tiene consecuencias a nivel social y económico e incide directamente tanto en el ingreso como en la permanencia de las mujeres en el mercado laboral.

“Tiene un impacto negativo en las condiciones de autonomía económica y en la toma de decisiones que pueden tener las mujeres, que ven restringidas sus oportunidades de permanencia o inserción laboral. Esto puede implicar un retroceso en la tasa de actividad de las mujeres, en mayor desempleo, en mayor precarización y en mayor pobreza”, analiza Delfina Schenone Sienra, responsable del área política del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).

En la misma línea, Gala Díaz Langou, directora de Protección Social de CIPPEC, considera que todos los efectos que tiene la pandemia amplían las desigualdades: “El cuidado no se repartió de forma equitativa. Las mujeres tienden a absorber las tareas domésticas salvo las compras del supermercado, que quedó mayormente en mano de los varones. En estas condiciones, es más probable que las mujeres sean las primeras en salir del mercado de trabajo ante la contracción económica y las últimas en volver”.

Justo antes de que se decretara el aislamiento social preventivo y obligatorio, Carolina Hadad renunció a su trabajo en relación de dependencia para buscar nuevas oportunidades laborales. Tiene 31 años, vive con Juan, su pareja, y Tomi, su bebé de 20 meses.

“La pandemia coincidió con mi búsqueda laboral. También por eso, asumí la mayor parte de las tareas de cuidado. Después, empezaron a surgir proyectos y nos tuvimos que ir acomodando. Con Juan, estábamos acostumbrados a que Tomi iba al jardín a la mañana y mi mamá lo cuidaba a la tarde. Nos dimos cuenta de que dependíamos del sistema de cuidado”, cuenta Hadad.

Para organizarse, al principio de la semana, Carolina y su pareja tienen una charla para saber qué actividades tienen por delante. “Somos del mundo de la programación y usamos un calendario compartido para anotar quién cuida a Tomi en cada momento”, dice.

Este año, Carolina tenía planeado hacer una especialización en Comunicación Pública de la Ciencia, pero decidió postergarlo porque vio inviable en este contexto dedicarle una jornada completa a la semana. Además, ella está por empezar un nuevo trabajo con el que pudo acordar una mayor flexibilidad. Su nuevo empleo es de 4 horas diarias.

Dalia es psicóloga, tiene 32 años y trabaja en un organismo público. Ella y su pareja están haciendo home office. Al mismo tiempo cuidan a Santi, su hijo de dos años. La combinación del trabajo les resulta agotador: “Me pasa seguido que son las 10 de la noche y todavía me quedan millones de cosas para hacer. Es estresante”.

Cuando tiene reuniones por Zoom con sus compañeros de trabajo es común que su hijo aparezca en la conversación. “Como esta semana tengo que coordinar un grupo que no conozco, le pedí a mi pareja que se lleve a Santi al auto a jugar un rato”, relata Dalia.

Las madres que lo hacen todo solas

La presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer, Mabel Bianco, explica: “En muchos casos las mujeres separadas o madres solas del sector medio tienen más dificultades para sostenerse en este contexto porque no pueden pedir la ayuda familiar del Estado. Aunque no tengan ingresos, si tienen bienes no se lo dan. En otros casos, sus ex maridos aunque estén divorciadas tienen buenos ingresos y aunque no les pasen alimentos a ellas, la ANSES las califica por los ingresos del marido. Son un grupo muy golpeado. En general terminan recurriendo a sus familias”.

Y sigue: “Las que realizan tareas consideradas esenciales o tienen la posibilidad de trabajar desde sus casas pueden sostener su economía en este contexto de pandemia, pero se tienen que hacer cargo solas de las tareas domésticas y del cuidado de sus hijos”.

Ana Aramayo Avila, de 40 años, se levanta dos horas antes que su hija de cuatro años para poder avanzar con su trabajo. Está separada del padre y durante la cuarentena la niña pasa la mayor parte del tiempo con ella. Ana arma juegos para entretener a su hija mientras ella trabaja bajo la modalidad de home office.

“Entretener a una nena de cuatro años en un departamento sin balcón y sin patio es complejo. No había manera de cansarla. Convertimos el living en un gimnasio con colchones para que juegue y se ejercite. Es difícil estar al mismo tiempo con el trabajo, el cuidado de tu hija y la limpieza”, cuenta.

Según datos de la Dirección General de Estadística y Censos porteña, en la Argentina una de cada 10 familias es monoparental. Carolina Rasullo Gianelli, de 38 años, es profesora de italiano en una escuela primaria y vive con Facundo, su hijo de once años. “Ser docente y mamá todo el día es un poco agobiante”, expresa.

Cuenta que los primeros días fueron caóticos. Estaba agobiada con el trabajo y recibía mensajes a cualquier hora. Poco a poco, ella y su hijo empezaron a organizarse mejor. “Todas las noches anotamos en mi agenda las actividades del día siguiente. Ahí ponemos mis reuniones, cuando Facundo se conecta con las maestras, los días que hacemos las compras”.

La experiencia de los padres

El coronavirus hizo que los varones cuiden mucho más a sus hijos, pero en líneas generales la desigualdad en el tiempo dedicado al cuidado continúa.

Max Woellert, miembro de RED/ACCIÓN, cuenta que en su casa se dividen las tareas 50/50. Dice que aprovecha para escribirnos y trabajar mientras su hijo duerme la siesta:

“Ni mi mujer ni yo antes teníamos un trabajo fijo full time, sino que nos manejábamos con distintos trabajos freelance. Con la pandemia se cayeron cosas por lo cual tenemos menos trabajo y no se nos complica tanto el cuidado. Al principio nos costó un poco aceptar el hecho de no poder ser muy productivo durante el día, pero ahora aprendí a relajarme y disfrutar jugar con mis niñes sin culpa. Con niñes de 2 y 4 años que casi no juegan solos uno siempre está con ellos. Por suerte no están en primaria, donde los llenan con tareas. En casa es juego libre. No tener la agenda familiar tan llena y bajar un cambio nos hizo bien. Veremos como sigue nuestra situación económica pero eso ya es otro tema”.

Schenone Sienra, de ELA, destaca que es super importante trabajar más sobre las masculinidades en relación al cuidado: “Si queremos acortar brechas de género y construir sociedades más equitativas, trabajar en esto es fundamental. Necesitamos y queremos más varones comprometidos con el cuidado. Ojalá este experimento social que tuvimos nos permita construir paternidades más responsables y más involucradas en todas las dimensiones del cuidado. Creo que este trabajo implica por un lado que los varones reconozcan los alcances de esa responsabilidad y todo lo que conlleva, pero por otro, también involucra trabajar para que se apropien del derecho que tienen a cuidar y del derecho que tiene sus hijos de recibir esos cuidados y que sus padres tengan una participación más activa en sus vidas”.

En este sentido, Majdalani, de ONU Mujeres, opina: “Acá hay una oportunidad única para reconocer, redistribuir, reducir las tareas domésticas no remuneradas. Pero si no se toma ninguna medida, las mujeres se verán más perjudicadas”.

Autor


Gala Díaz Langou

Directora Ejecutiva

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