Para cerrar las brechas de género en el trabajo, las políticas deben derribar las paredes de cristal

¿Qué son las paredes de cristal y a qué responden?

Las mujeres encuentran una diversidad de obstáculos en sus trayectorias educativas y laborales. Entre estas barreras, ellas se topan con “paredes de cristal”: muros invisibles que segmentan su desarrollo educativo y profesional, concentrando a las mujeres en sectores menos dinámicos y peor remunerados de la economía y manteniendo una predominancia masculina en ramas como Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática (STEM, por su sigla en inglés).

Esta segmentación entre sectores y ocupaciones se debe una serie de factores. En primer lugar, se vincula con dinámicas de socialización de género que comienzan en la infancia. Un estudio reciente reveló que, entre los seis y ocho años, nueve de cada diez niñas asocian la ingeniería con habilidades masculinas (UNESCO, FLACSO y Disney, 2017). Además, si bien a esa temprana edad alrededor del 30% de los niños y las niñas se consideran buenos para matemáticas, a los nueve y diez años esta proporción cae a 20% de los niños y 11% de las niñas. Esta situación da cuenta del poder de los estereotipos y roles de género basados en construcciones sociales y culturales para moldear la conducta y las expectativas desde la niñez y adolescencia. La exposición a estereotipos continúa a lo largo de la vida e impacta sobre las decisiones que se toman y en el marco de oportunidades en el que se decide. Además, la internalización de estas normas puede traducirse en decisiones influidas por sesgos inconscientes, que, en este caso, operan como atajos cognitivos involuntarios que se plasman en decisiones negativas para la trayectoria de las mujeres en actividades masculinizadas, y también influyen en la exclusión masculina de sectores tradicionalmente feminizados.

En segundo lugar, la menor existencia de modelos referenciales de mujeres en disciplinas STEM es tanto una consecuencia de la segmentación como también una causa de que las paredes de cristal perduren, al limitar el efecto aspiracional que puede generar una mayor visibilidad de mujeres líderes en sectores u ocupaciones tradicionalmente consideradas “masculinas”.

En tercer lugar, las prohibiciones legales a la contratación y participación de mujeres en determinados sectores o industrias emergen como una barrera directa a la inclusión de mujeres en algunos sectores de la economía. Las mujeres en la Argentina en 2018 aún enfrentan por ley una prohibición de trabajo en “tareas penosas, peligrosas o insalubres” (art. 176 de la Ley 20.744, sancionada en 1976) y una prohibición de trabajo en carga o descarga de navíos, canteras, grúas, maquinistas, maquinarias, correas, sierras circulares, fundiciones, transporte de material incandescente, y “en el expendido de bebidas alcohólicas destiladas o fermentadas y en cualquier local o dependencia en que se expendan” (arts. 10 y 11 de la Ley 11.317, sancionada en 1924).

A su vez, los determinantes de la existencia de paredes de cristal se insertan en un contexto más amplio de obstáculos para el acceso al mercado laboral, las trayectorias y el desempeño en puestos de decisión de las mujeres.

¿Por qué deberían preocuparnos?

La exclusión de las mujeres de ciertos sectores y su relegamiento en el mercado de trabajo comprometen seriamente sus derechos, autonomías y posibilidades de empoderamiento. Pero también afectan las posibilidades de crecimiento de las organizaciones, empresas y de la economía en su conjunto, al dejar talento relevante inutilizado e impactar negativamente sobre la productividad (Brosio, Díaz Langou y Rapetti, 2018). Además, la evidencia sugiere que la diversidad en un grupo está asociada a un mejor desempeño y mejores resultados, dado que las personas aportan distintas ideas y perspectivas  (Page, 2007; WEF, 2016).

Esto es especialmente relevante en el contexto de la Cuarta Revolución Industrial e interpela a las prioridades del desarrollo de cara a los desafíos del futuro del trabajo. Las tendencias vinculadas con la automatización y la emergencia de modalidades no tradicionales de empleo y economía de plataformas tienen el potencial de tener impactos diferenciales para varones y mujeres, dadas las brechas de género ya existentes en oportunidades para el desarrollo de habilidades del ámbito STEM, acceso a umbrales de protección social y seguridad de ingresos. A la vez, los cambios demográficos y el envejecimiento poblacional, al que la Argentina no escapa, suponen un aumento de la demanda de trabajo y trabajadores del cuidado, lo que puede perfilarse o no como una oportunidad para promover una mayor equidad de género según las respuestas de políticas públicas (Florito, Beneke de Sanfeliu y Aneja, 2018).

Las paredes de cristal en la Argentina

En la educación universitaria en nuestro país, casi seis de cada diez estudiantes son mujeres. Sin embargo, esta proporción no se mantiene en las distintas áreas de conocimiento sino que ya está marcada por las “paredes de cristal”: ellas son el 72% de los estudiantes de Ciencias Sociales, pero solo el 25% de quienes estudian Ingeniería y Ciencias Aplicadas. Su participación es incluso más baja en las carreras vinculadas con la Programación: en 2015, solo el 15% de las nuevas inscripciones fueron de mujeres.

Proporción de estudiantes mujeres en la universidad por área de conocimiento (2015)

Fuente: CIPPEC en base a Secretaría de Políticas Universitarias

Sin embargo, en algunos de estos sectores, las mujeres no siempre fueron minoría. En la década de 1970, tres de cada cuatro estudiantes de Ciencias de la Computación en la Universidad de Buenos Aires eran mujeres, mientras que actualmente ellas constituyen apenas el 11% del alumnado. En sus inicios, la computación se asociaba más bien con la mecanografía, donde tradicionalmente se desempeñaban más mujeres. Con el tiempo, no obstante, a la par que el sector se fue desarrollando y adquiriendo mayor relevancia, la predominancia de varones en las aulas fue en incremento. La asociación de ciertas ocupaciones con representaciones sociales ligadas a “lo masculino” o “lo femenino” ejerce, entonces, un fuerte impacto sobre las tendencias a la participación en esas actividades por género.

Estos patrones de segmentación también se reproducen en la investigación. Según el diagnóstico realizado para el Proyecto SAGA —una iniciativa de la UNESCO para la reducción de la brecha de género en los campos STEM, en la que participa la Argentina—, el 18% de los investigadores y becarios varones registrados en el Sistema de Información de Ciencia y Tecnología Argentino (SICYTAR) investiga en el campo de las Ingenierías y las Tecnologías, proporción que cae al 10% entre las investigadoras. En cambio, el 23% de ellas realiza estudios sobre Ciencias Sociales, en comparación al 18% de los varones. Ellas también enfrentan más obstáculos en el acceso a publicaciones en revistas especializadas, a financiamiento para los proyectos que dirigen y para alcanzar puestos de liderazgo, a pesar de que más de la mitad de los investigadores del país son mujeres.

Investigadores y becarios por gran área de conocimiento

Fuente: CIPPEC en base a Proyecto SAGA sobre los datos de CV/SICYTAR

Reflexiones: ¿cómo eliminar las paredes de cristal?

La necesidad de derribar las paredes de cristal en la educación, la investigación y el mercado de trabajo interpela al Estado, al sector privado y a todas y todos como sociedad. Avanzar en la equidad entre los géneros en el mercado de trabajo y la educación, a través de políticas públicas fundadas en evidencia, es un imperativo para el efectivo goce de los derechos de varones y mujeres y para que Argentina emprenda un camino de desarrollo sostenible. En este sentido, diversas iniciativas pueden contribuir a reducir estas brechas:

  • Derribar representaciones estereotípicas de los roles de género, tanto al fomentar el interés de las niñas por la ciencia y la tecnología como al motivar la participación de varones en actividades tradicionalmente feminizadas.
  • Transversalizar los ejes de género, diversidad y derechos del Programa Nacional de Educación Sexual Integral (ESI) y los contenidos de la ESI en los Proyectos Curriculares Institucionales de las escuelas del nivel inicial, primario y secundario del país para contrarrestar los patrones sesgados de género que se reproducen en el seno de la escuela misma.
  • Promover procesos de contratación libres de sesgos que puedan actuar en perjuicio de la inserción laboral de las mujeres.
  • Visibilizar a las mujeres que se desarrollan en los sectores STEM.
  • Incorporar la perspectiva de género en las políticas públicas que promueven la formación en sectores STEM para atender a las necesidades específicas de las mujeres y fomentar su participación en sectores no tradicionales.
  • Favorecer la conciliación de la vida laboral y familiar. Por ejemplo, ofreciendo espacios de cuidado de calidad para niños/as e implementando un régimen de licencias universal, adaptable a las distintas situaciones de los hogares y que promueva la coparentalidad.

Autores


Florencia Caro Sachetti

Investigadora asociada de Protección Social

Alejandro Biondi

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