Consensos y desafíos para la reforma judicial en Argentina

Publicado en noviembre del 2020

Desde los primeros años de la transición a la democracia, la Argentina ha construido un consenso sorprendente respecto de las reformas necesarias en el sistema de justicia. La conexión entre autoritarismo, centralización del poder y falta de rendición de cuentas llevaron al rechazo del sistema inquisitivo en el proceso penal y en general a una reacción contraria a los procesos escritos, y a la lejanía entre los jueces y juezas y las personas que usan el servicio de justicia.

Así, hoy tanto en la academia como en la sociedad civil y en amplios espacios de las profesiones del derecho, la visión sobre el Poder Judicial futuro de la Argentina tiene rasgos claros:

1.Una justicia igualitariamente accesible (que remueva barreras geográficas, económicas, burocráticas, entre otras), confiable, con asesoramiento de abogados/as suficientes en cantidad y en calidad técnica y ética, que asegure el acceso a toda la ciudadanía sin distinciones ni segregaciones de ningún tipo.

2. Una justicia imparcial, con autoridades judiciales (jueces y juezas, fiscales, defensoras y defensores) seleccionadas por procedimientos transparentes que aseguren su idoneidad, independencia, perspectiva de género y compromiso con la democracia y los derechos humanos. Asimismo, autoridades judiciales que rindan cuentas de sus actos y que cuando incumplan sus deberes sean sancionadas mediante procedimientos públicos, transparentes y objetivos. Para ello, es fundamental contar con un Consejo de la Magistratura con la estructura, el equilibrio entre estamentos y la forma de funcionamiento que exige la Constitución, que restrinja al mínimo posible la utilización de subrogancias y traslados, así como cualquier otro mecanismo que incremente la discrecionalidad para cubrir los cargos.

3. Una justicia con procedimientos orales en todos los fueros, respetuosa en el trato, clara en sus comunicaciones, diligente en el cumplimiento de sus obligaciones, íntegra y comprometida con la construcción de su legitimidad.

4. Una justicia penal con procesos adversariales, orales y acusatorios en todo el país, que cuente con fiscales a cargo de la política criminal del Estado, con procesos deliberativos y de rendición de cuentas respecto del ejercicio de esa potestad, y con juicios por jurados.

5. Un Ministerio Público que cuente con plena autarquía financiera e independencia funcional del resto de los poderes del Estado, cuyas autoridades sean electas en forma no vitalicia, a través de mayorías agravadas que propendan a la selección de figuras que reúnan consensos amplios.

6. Una justicia que sostenga modelos de organización de jueces, juezas, defensores, defensoras y fiscales dinámicos, acordes a los procesos adversariales, e implemente Oficinas Judiciales para garantizar su dedicación plena y sin perturbaciones a las causas que se les presenten.

7. Una justicia que produzca información de calidad y pública sobre su funcionamiento, de forma tal que las definiciones en torno a su estructura y desempeño puedan ser guiadas por evidencia empírica.

8. Una Corte Suprema de Justicia con un número suficientemente acotado de decisiones por año como para generar jurisprudencia consistente a lo largo del tiempo y respetuosa de las aspiraciones de la Constitución. Una Corte transparente, accesible, con audiencias orales para la mayoría de sus resoluciones y decisiones claras.

9. La sanción de una nueva ley de amparo y la regulación legislativa de los procesos colectivos, como herramientas para garantizar el acceso real de la ciudadanía a la justicia.

10. Lograr una Justicia de estas características incluye también a las instituciones que apoyan a las judiciales: requiere que las facultades de derecho capaciten en los conocimientos y las destrezas necesarias, que los colegios de abogadas y abogados controlen la ética de la profesión y que las y los empleados judiciales estén capacitados y sean diligentes para apoyar el trabajo de las autoridades judiciales.

Muchos de estos acuerdos ya son ley: los nuevos códigos de procedimientos (incluido el procesal penal federal) ya han sido sancionados; otros, como la oralidad en el fuero federal civil y comercial, requieren aún reformas legislativas que confirmen prácticas que se vienen llevando a cabo en enormes sectores de la justicia del país; y aún otros como la reforma de los programas de enseñanza del derecho han atravesado procesos de cambio como nunca antes.

El proyecto de ley de organización de la justicia federal recientemente aprobado por el Senado de la Nación no contempla estos acuerdos y dificulta su implementación. Por eso, recomendamos que la creación de nuevos cargos en juzgados, cámaras, fiscalías y defensorías allí prevista se discuta en conjunto con las reformas aquí expuestas, para no profundizar un modelo de justicia que ha demostrado ser ineficiente.

Como organizaciones de la sociedad civil preocupadas por la situación de la justicia, proponemos repasar estos acuerdos e insistir en su rápida implementación, a través de un debate robusto y participativo, que se concentre en las reformas necesarias para lograr una justicia independiente, igualitaria, transparente y accesible.

La batalla cultural: El rol de la ESI en la deconstrucción de las normas sociales de género

Publicado en noviembre del 2020

Las normas sociales de género conforman uno de los tres grandes determinantes que condicionan la autonomía económica de las mujeres, junto con las tareas de cuidado y la educación. Estas normas refieren al comportamiento esperado de cada persona según su género, entendido de forma binaria, en un contexto social específico. Su reproducción limita las oportunidades, la autonomía y el pleno goce de derechos de quienes se alejan de estos mandatos. Los perjuicios son aún mayores para las personas transgénero o con identidades de género no binarias, comúnmente invisibilizadas en las representaciones culturales patriarcales.

Las personas internalizan estas representaciones sobre los géneros desde edades muy tempranas y, a lo largo de la vida, el entramado de normas se reproduce y refuerza en la interacción social y con el entorno. Por lo tanto, los sistemas educativos tienen un rol clave para revertir su reproducción. Los programas de educación sexual son una gran herramienta en este sentido, para lo cual es muy importante prestar atención a su diseño e implementación. La evidencia indica que para maximizar su potencial para desnaturalizar y deconstruir las normas sociales de género es necesario reforzar el enfoque integral y la transversalización de las perspectivas de género y derechos.

Argentina fue pionera en la región con la promoción de la Educación Sexual Integral (ESI) mediante la creación del Programa Nacional homónimo en 2006. Las potencialidades y desafíos de la ESI pueden ser abordadas en cuatro dimensiones: normativa e institucionalidad, abordaje conceptual, líneas de acción, y seguimiento y evaluación. En estas cuatro áreas se observan grandes avances en los últimos años. Particularmente se destaca el abordaje conceptual, en línea con la más avanzada evidencia y recomendaciones internacionales, y el aumento de la oferta de capacitaciones a la comunidad educativa, principalmente a las y los docentes.

Sin embargo, aún falta recorrer un largo trecho para que el programa se universalice de manera integral y transversal en todas las escuelas del país, tal que pueda desplegar todo su potencial en la deconstrucción de las normas sociales patriarcales.

Desafíos en la aplicación de la ESI

Existe una creciente brecha entre las percepciones de estudiantes y docentes respecto a cómo se imparte la ESI en Argentina. El Programa Nacional de Educación Sexual Integral cuenta con distintas líneas de acción, como el apoyo a equipos provinciales, la producción de materiales áulicos y las capacitaciones a trabajadores/as escolares, principalmente docentes. Si bien la oferta de estos cursos aumentó significativamente, no alcanza a cubrir la alta demanda de los docentes”, sostiene el documento.

Un segundo desafío es cómo potenciar el vínculo entre las capacitaciones y las prácticas docentes para que la ESI trascienda las instancias específicas de formación y recorra la última milla para llegar efectivamente a los/as estudiantes con el enfoque deseado. Para eso sería útil reforzar los mecanismos de seguimiento y evaluación para conocer y analizar en profundidad las percepciones y necesidades del alumnado y el cuerpo docente para tomar decisiones de política pública informadas.

 

Recomendaciones de política a futuro

  •  En primer lugar, es necesario que en cada comunidad se internalice el enfoque conceptual de la ESI mediante estrategias concretas para aumentar la participación de todos los actores de la comunidad educativa, desde docentes hasta familias y, principalmente, los y las estudiantes.
  • Segundo, es necesario continuar ampliando la oferta de capacitaciones para docentes y referentes escolares. Esto no sólo es útil para aterrizar la política en el territorio, sino también para afianzar el abordaje conceptual de la ESI en la comunidad.
  • En tercer lugar, es importante continuar con el fortalecimiento de los sistemas de seguimiento y monitoreo del Programa para poder informar avances y necesidades de la política.
  • Finalmente, también se recomienda reforzar el liderazgo de los equipos territoriales para garantizar la efectiva implementación de la ESI en cada escuela del país respetando las heterogeneidades existentes.

Mujeres en STEM: cómo romper con el círculo vicioso

Publicado en noviembre del 2020

Las mujeres enfrentan mayores obstáculos que sus pares varones para insertarse en el mercado de trabajo, acceder a empleos de calidad, sostener sus trayectorias laborales y ocupar puestos de decisión. Esto se acentúa en algunos sectores de la economía que habitualmente ofrecen trabajos mejor pagos, con menor informalidad, y son más dinámicos e innovadores. En particular, el campo de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática (STEM, por sus siglas en inglés) es uno de los sectores con menor participación femenina, y también de los más relevantes en el marco de la Cuarta Revolución Industrial.

¿Qué sucede con las mujeres en el ámbito STEM en Argentina?

Aunque seis de cada diez universitarias en Argentina son mujeres, representan solo 25% del total de quienes estudian ingeniería y ciencias aplicadas, y el 15% de las inscripciones en la carrera de programación. Las investigadoras están subrepresentadas en ciencias exactas, se concentran en los niveles iniciales de la carrera científica, y también enfrentan mayores dificultades que los varones para acceder a financiamiento y publicar en revistas de prestigio.

Proporción de investigadores e investigadoras por categoría y género (2019)

Fuente: elaboración propia sobre la base de CONICET (2019).

 

El círculo vicioso de las mujeres en estas disciplinas

Las niñas y jóvenes se encuentran con barreras para orientarse a disciplinas STEM desde temprana edad: existen estereotipos de género que afectan su confianza e interés en el ámbito científico y tecnológico, y que llevan a que pocas lo elijan al momento de estudiar una carrera universitaria o insertarse laboralmente. Incluso aquellas que logran hacerlo enfrentan barreras que truncan sus trayectorias: las mujeres en Argentina dedican en promedio el doble de tiempo a las tareas de cuidado que sus pares varones, la promoción está basada en normas y criterios de evaluación masculinos, y los estereotipos de género que moldean las creencias y expectativas hacia las mujeres hacen más difícil obtener logros y reconocimiento.

La poca visibilidad que en consecuencia tienen las mujeres que se desempeñan en estos ámbitos refuerza los sesgos de género respecto a lo que las mujeres pueden o no hacer, y retroalimenta un círculo vicioso: la poca presencia de mujeres en el ámbito de la ciencia y tecnología ofrece menos modelos a seguir para las niñas y jóvenes y, a su vez, reduce las posibilidades de desarmar los obstáculos en las trayectorias de quienes estudian y trabajan
en ese campo.

Romper con este círculo vicioso requiere de una estrategia integral que ataque cada una de estas barreras. Para abordar este problema, y aprovechando las capacidades institucionales y programáticas existentes, se propone un conjunto de iniciativas estructurados en cuatro pilares: políticas educativas y de formación profesional para dotar a las mujeres de las habilidades, interés y confianza necesarias y facilitar su acceso al mundo laboral; políticas con perspectiva de género para derribar sesgos y estereotipos, y promover la visibilidad de las mujeres en STEM; políticas para lograr una mejor conciliación entre la vida familiar y laboral y para fomentar la inserción de mujeres en este ámbito y su ascenso a posiciones de liderazgo, y políticas para fortalecer la evidencia, información disponible y capacidades para adoptar una estrategia integral con mecanismos de evaluación

Congresos y partidos en América Latina: el antes y después de la pandemia

Publicado en noviembre del 2020

Los partidos políticos y los Congresos son instituciones esenciales para el funcionamiento de las democracias representativas. Sin embargo, en 2020 la pandemia planteó dilemas muy particulares para ambas instituciones, restringiendo la habitualidad de sus actividades que suponen la reunión de personas– a menudo en espacios cerrados-. El modo en el que Congresos y partidos reaccionan frente a esta situación ofrece insumos claves para evaluar no sólo la capacidad de respuesta que tienen las democracias para gestionar estos desafíos en el futuro inmediato, sino también para comenzar a pensar sus posibles transformaciones de cara al mediano plazo.

¿Qué estrategias están adoptando los Congresos y los partidos para adaptarse a las nuevas condiciones? ¿Qué reformas se podrían mantener con independencia de la pandemia? ¿Cuáles serán sus efectos sobre la representación política?

Este informe analiza el impacto de la pandemia del COVID-19 sobre Congresos y partidos en América Latina. Además presenta una serie recomendaciones para mejorar el funcionamiento de partidos y Congresos en la región, que redunden en mayores niveles de confianza ciudadana en estas instituciones democráticas. Para ello, se utilizaron tres fuentes: (i) los resultados de dos mesas de diálogo sobre estos temas organizadas por CIPPEC, NDI y la Universidad de Buenos Aires en julio de 2020, en las que participaron académicos y políticos; (ii) documentos oficiales y publicaciones académicas y periodísticas; y (iii) un cuestionario elaborado para este trabajo y aplicado a 55 legisladores/as de América Latina.

El principal hallazgo es que la incorporación de tecnología y trabajo remotouna de las respuestas más comunes por parte de partidos políticos y Congresos para continuar con sus actividades durante la pandemia– ofrece una oportunidad para modernizar los procesos y las estrategias de estas instituciones clave de la política latinoamericana. Sin embargo, existen experiencias divergentes entre las instituciones políticas analizadas.

Si bien la tecnología ha permitido en algunos casos modernizar distintas instancias de la labor legislativa, resta todavía discutir qué de todo lo adoptado durante los últimos meses permanecerá más allá del contexto de pandemia. En esta discusión lo fundamental es alcanzar consensos políticos amplios y pensar el proceso legislativo en forma integral: la transparencia y la accesibilidad en todo el proceso legislativo deberían guiar las estrategias de incorporación permanente de tecnologías en los poderes legislativos.

Para los partidos políticos en cambio, la pandemia aceleró las tendencias ya identificadas hacia la digitalización de la comunicación con el electorado y reveló desafíos y problemáticas previas, como las brechas digitales o la falta de regulación en el uso de redes y plataformas digitales con fines proselitistas. Si bien es cierto que con la pandemia algunos partidos han comenzado a implementar nuevas herramientas para reemplazar el contacto cara a cara, las transformaciones observadas no modifican sustantivamente cuestiones como la forma en que se toman decisiones dentro de un partido. En lugar de transformar el funcionamiento de los partidos, la tecnología ha permitido en gran medida que los partidos reproduzcan en el plano virtual las estructuras y prácticas bajo las cuales operaban previamente.

Hacia una economía de baja proximidad física 

Publicado en octubre del 2020

El COVID-19 nos está forzando a revisar nuestros hábitos, políticas e instituciones para lograr un objetivo que nunca antes habíamos buscado: el distanciamiento social. Con la llegada de la pandemia, la misma proximidad física que siempre nos permitió encarar actividades como la educación, el trabajo y el entretenimiento en forma grupal, se convirtió en una amenaza para nuestra salud.

Reabrir la actividad económica y retornar al trabajo son hitos clave de esta etapa, pero el desafío está en hacerlo en forma distinta al pasado. Por eso el documento “Hacia una economía de baja proximidad física”,  explora cómo reabrir plenamente la actividad económica y organizar el retorno al trabajo reduciendo la proximidad física en cada instancia de interacción del trabajador con su espacio laboral.

Los riesgos sanitarios de volver a trabajar

En primer lugar, se analiza la estructura y características del mercado de trabajo para hacer un diagnóstico de los riesgos a los que nos enfrentamos. El 86% del mercado laboral argentino trabaja “relativamente cerca de otros” – por ejemplo, en una oficina compartida -, mientras que más de 2,3 millones de trabajadores (casi un 14%) lo hacen a un brazo de distancia o menos. Además, 2 de cada 10 personas ocupadas trabajan en contextos de mala ventilación o en espacios reducidos, y casi el 10% de los trabajadores argentinos están expuestos siempre o muchas veces a malas condiciones sanitarias en su lugar de trabajo.

El documento establece con qué frecuencia los trabajadores están expuestos a lugares de trabajo de espacio reducido o con mala ventilación. Combinando estas dos dimensiones, encuentra que de 13,3 millones de ocupados, unos 2,3 millones trabajan bajo alguna una de estas dos condiciones. Acá aparece un elemento central del riesgo sanitario: aproximadamente 2 de cada 10 personas ocupadas que realizan sus tareas en el establecimiento, trabaja en contextos de mala ventilación o en espacios reducidos. Esta medida de riesgo combinada tiene mayor incidencia (mayor a 20%) en sectores como transporte y almacenamiento, electricidad, gas y agua, enseñanza, salud, administración pública, y hoteles y restaurantes.

Empleos en lugar de trabajo con espacio físico reducido o mala ventilación

Fuente: elaboración propia en base a ECETSS 2018. Trabajadores que realizan sus tareas en espacios físicos reducidos o con mala ventilación siempre o muchas veces. En el bloque de “Factores de riesgo del medio-ambiente laboral” de la ECETSS 2018, a aquellos ocupados que no trabajan, de manera habitual, en instalaciones de clientes/proveedores/pacientes, se les pregunta sobre la frecuencia de exposición a espacios físicos de tamaño reducido, por un lado, y a mala ventilación en su lugar de trabajo, por otro. Las respuestas posibles a ambas preguntas son: (1) Siempre; (2) Muchas veces; (3) Algunas veces; (4) Solo alguna vez; (5) Nunca; (6) No corresponde; (7) Ns./Nc.

Además, se aporta evidencia sobre la frecuencia en la que los trabajadores están expuestos a servicios sanitarios en malas condiciones (baños, vestuarios, agua potable) en su lugar de trabajo. De los 12,5 millones de ocupados para los que contamos con datos, unos 1,1 millones (casi el 10%) están expuestos siempre o muchas veces a malas condiciones sanitarias en su lugar de trabajo. El sector con mayor incidencia de este factor de riesgo es el de electricidad, gas y agua (46%), seguido de lejos por construcción (20%), enseñanza (19%), actividades agropecuarias y pesca (17%), transporte y almacenamiento (17%), administración pública (14%), minería (11%) y salud (10%).

 Empleos expuestos a malas condiciones sanitarias

Fuente: elaboración propia en base a ECETSS 2018. Trabajadores que están expuestos a servicios sanitarios en malas condiciones (baños, vestuarios, agua potable, etc) en su lugar de trabajo siempre o muchas veces. Un elemento adicional para contener el riesgo sanitario es el uso de elementos de protección personal. El uso de mascarillas, por ejemplo, forma parte de un conjunto integral de medidas de prevención y control que pueden limitar la propagación de determinadas enfermedades respiratorias causadas por el COVID-19. Las máscaras sirven también para proteger a las personas sanas (cuando estas las utilizan al entrar en contacto con una persona infectada) y para evitar que una persona infectada -si la usa- la utiliza para no contagiar a otros.

Por último, el documento analiza el riesgo sanitario que se da en el traslado hacia el trabajo en función al medio de transporte utilizado. Un 31% del total de trabajadores -esto es, unas 5,2 millones de personas- utiliza algún medio de transporte público para concurrir al trabajo. Las ocupaciones asociadas a ramas de actividad de servicios utilizan intensivamente los medios de transporte público. En efecto, si sumamos los trabajadores que viajan en subte, tren, colectivo o combi para concurrir al trabajo, entonces para el servicio doméstico y los servicios sociales y de salud llegamos al 43% del total del sector, mientras que para la industria o la construcción, ese ratio es menor al 30%.

La construcción de una economía de baja proximidad física

Como segundo paso, se consideran los mecanismos de mitigación de los riesgos, clasificando las medidas de los protocolos según su capacidad de mitigar el riesgo sanitario y según su impacto económico. Se desprende del análisis que el sistema de protocolos sanitarios implementado es un primer paso en la dirección correcta; el siguiente es imprimirle la efectividad y sostenibilidad necesarias a través de mecanismos de evaluación y aprendizaje continuo.

 Aprendizaje continuo en el ciclo de vida de los protocolos sanitarios

Fuente: elaboración propia con base en documentos de la Alianza Safely Back to Work de la World Employment Confederation (WEC) y CAPE – capítulo Argentina.

Tanto el diagnóstico de los riesgos como el diseño de los protocolos deben adaptarse a los avances en lo que se va conociendo sobre el virus. En el proceso actual coexisten protocolos a nivel nacional, provincial, sectorial y de las empresas y hay algunas heterogeneidades entre los niveles. La diversidad de actores y medidas involucradas es de doble filo: puede enriquecer la información, pero también generar inconsistencias y dificultades para comunicar e implementar adaptaciones y mejoras. Otro paso clave en el ciclo de vida de los protocolos es la fase de evaluación por parte de las autoridades, no solo porque es esencial para incentivar el cumplimiento, sino porque es la instancia que habilita la generación de los datos necesarios para entender cuáles son los puntos fuertes y los puntos débiles del sistema. El ciclo de vida de los protocolos debe ser flexible por diseño e incluir etapas de capacitación, evaluación e iteración que, además de garantizar el cumplimiento de las medidas y cláusulas, contemple su actualización, homogeneización y difusión.