Los años electorales reavivan los debates acerca de las prioridades. Hasta el 27 de octubre la educación fue tratada de manera general; ahora es analizada internamente entre fracciones de un mismo espacio político. Recién a partir del 10 de diciembre, será abordada con decisiones concretas. En este escenario, y contemplando la actual situación presupuestaria, planificar y priorizar es clave.
La urgencia de poner en el centro a la educación contrasta con el tiempo necesario para que la política educativa dé frutos. Las políticas educativas deben pensarse en relación con el pasado, contemplando las oportunidades y limitaciones del presente y mirando al futuro. Si bien hay un consenso generalizado sobre la necesidad de poner en el centro de la escena a la educación, no está claro cuáles son los puntos de referencia para proyectarla: las metas específicas, los plazos y los recursos. En CIPPEC creemos que la transformación de la secundaria debe ser una prioridad.
La secundaria es un eslabón imprescindible para recomponer el espacio común y los lazos que nos constituyen como sociedad. Representa también una oportunidad única para que cada joven desarrolle al máximo su potencial. La obligatoriedad del nivel secundario, establecida por la Ley Nacional de Educación en 2006, consensuó un nuevo pacto de inclusión y planteó nuevos desafíos. Allí se reconoció al nivel medio como un poderoso mecanismo para el acceso y goce de un núcleo de derechos fundamentales. Con mayor o menor éxito, la Nación y las provincias impulsaron acciones para que la secundaria prepare a los jóvenes de nuestro país para el ejercicio pleno de la ciudadanía, para el trabajo y para los estudios superiores.
A trece años de sancionada la Ley, son cada vez más quienes alcanzan este nivel educativo, que es el último al que accede la mayor parte de la población. La matrícula creció un 11% y la cantidad de graduados un 39%. En 2018, alrededor del 90% de los adolescentes entre 13 y 17 años de las grandes ciudades del país asistían a la secundaria y el 28% de los estudiantes era la primera generación de su familia en acceder al secundario. Queda, sin embargo, un largo trecho por recorrer. Solo el 65% de los jóvenes de entre 18 y 24 años completó el tramo de escolarización obligatorio. Se estima que alrededor de la mitad finalizó el secundario en la educación común, el otro 15% en otras modalidades o en programas de terminalidad educativa. Las deudas se concentran no solo en el acceso, tránsito y graduación sino también en la incorporación de aprendizajes relevantes; y están atravesadas por injustas desigualdades sociales y territoriales.
En un momento de transición, la mejor estrategia para transformar la secundaria es recuperar, articular y escalar las experiencias nacionales y provinciales prometedoras que ya están en marcha. Algunas apuestas hacen foco en el curriculum (es decir, en qué enseñar y cómo), otras introducen nuevas reglas para el uso del tiempo de los docentes, concentrando su carga horaria en una misma escuela y sumando horas para el trabajo interdisciplinar. En otros casos, se construyeron dispositivos que operan en forma directa sobre los obstáculos cotidianos de muchos jóvenes, como la carencia persistente de ingresos y las demandas de cuidado.
Es tiempo de valorar, fortalecer y redoblar consensos, de construir un camino para los próximos años que contemple y ponga en valor el recorrido. Necesitamos plantear las metas, los plazos y la inversión para que más jóvenes puedan terminar la secundaria y aprender lo que necesitan para construir un futuro mejor.